Cultura

Autobiografía

Miguel Bosé: “Perdí la virginidad para que mi padre me dejara en paz”

El artista presenta su autobiografía, “El hijo del Capitán Trueno” (Espasa), donde desenmascara la brutalidad de su padre y el “olvido” de su madre. “Cuando se divorciaron llegó el miedo”, reconoce

Miguel Bosé
Miguel BoséAlberto R. RoldánLa Razón

Miguel Bosé se desnuda. Esta vez por dentro, para hablar por primera vez de su infancia, los 19 primeros años de su vida marcados por “entes”, como dice él refiriéndose a sus padres (Lucía Bosé y Luis Miguel Dominguín), que marcaron su niñez a base de ausencia, insultos (por parte paterna) y olvido. Dice qué de aquello poco queda, pero en sus ojos se refleja aún el dolor del pasado. En “El hijo del Capitán Trueno” (Espasa), desmenuza los capítulos más felices y turbios de su pasado.

¿Vivió una infancia traumática?

Todas las vidas que se viven se van disolviendo con el paso de los años. Lo que no se entiende entonces, más tarde comprendes por qué pasó. Mis padres eran entidades muy fuertes y poderosas. Él un dios en aquella España. El niño de Franco. Mi madre una musa, la mujer más bella del mundo. Esos dos se juntaron y aparecí yo en una vida que se hizo un tanto complicada, un poco, pero los poderes que había de por medio y a todo lo que había que sobrevivir era mucho. Nada era normal, nada era tibio.

¿Cómo gestionó esas turbulencias?

Cuando eres niño no tienes recursos, o los que tienes son muy básicos, esenciales y limitados. Aquello trataba de sobrevivir a tu madre y a tu padre, a sus caprichos, a sus necedades y extravagancias. Pero ahí estuvo la Tata (su cuidadora y segunda madre) que fue la columna vertebral.

A su madre la idolatraba, pero quien le curaba las heridas era la Tata....

Con ella tuve vacíos, todos. Pasaba del amor al odio con mi madre. Me dejaba mu dolido, me ponía triste. No gustaba a mamá. Tampoco a papá. No me quieren, no me abrazan. Aunque la gran tristeza fue la separación, se fueron los colores de mi vida. Y ahí empezó el miedo. No me quedó más remedio que tirar para adelante.

Reconoce que para su padre, usted fue una decepción. Eso debe marcar de por vida...

Yo no respondía a sus expectativas de heredero de casta torera en un régimen donde había que ser bruto, malhablado, mujeriego cazador e ignorante. Yo no era nada de aquello y encima leía. Así que decía: ‘’Este niño es maricón”. Y no había más que decir. Quería un hijo que cazara y yo me ponía un sombrero de plumas. Todo era torcido y no había escapatoria.

De adulto, ¿no ajustó cuentas con él por el “maltrato” al que le sometió?

Una vez le pillé mirándome embelesado. Le dije: “Por qué me miras así, cambia esa cara”. Él respondió que no podía creer que yo hubiera conseguido ser quien era y sin haberle pedido nunca nada. A su alrededor, todos dependían de él económicamente. Era el capo de los Dominguín.

Bueno... usted le pedía cariño y no se lo dio...

Yo le pedía cariño sí...Creo que al final tuvo vergüenza de no haberme entendido bien en aquel momento.

Tal era el miedo y respeto que sentía por su padre que hasta perdió la virginidad por él....

Sí. Fue algo así como, papá ya no soy virgen, déjame en paz. Yo lo viví así. De algún modo ya había ‘’catado” y estaba iniciado en esas cosas que a mi padre le ponían muy orgulloso. “Mi hijo ya es un hombre”, dijo. Luego nos íbamos de juerga juntos. Perder mi virginidad fue algo así como hacerle entrega de un título, y después a por la carrera.

*Mañana, la entrevista completa en LA RAZÓN