Marbella
Belén Esteban, de nuevo en pie de guerra por las palabras de su ex
Mañana veremos si resultaron las conversaciones, trato y cambalache, en esta especie de inesperado desahogo emocional que, aprovechando el tirón de la «rentrée» de Belén Esteban, soltó su ex Fran Álvarez, por el que acaso ella todavía suspira sin entender mucho lo que ocurrió en su unión, tan llena de altibajos. Negocian con tres revistas a la vez –creo que son «Lecturas», casi boletín oficial de la rubia, «Semana» y «Diez minutos»– a ver quién se queda el «exclusivón» propiciado por el nuevo impacto de la Esteban, que, a consecuencia de estas manifestaciones, volvería a ponerse en pie de guerra, aunque no parece muy aconsejable ahora que se encuentra en plena magnífica recuperación. Sólo hay que ver su contundencia física acentuada por trajes cortos a medio muslo. No queda nada de aquella frágil y casi agacelada Belén que conocí en Marbella cuando supuestamente la tutelaba mi comadre, la vidente Cristina Blanco. Le sacó lo que pudo, igual que Maika Vergara; de otra forma no se explicarían sus raras exclusivas exóticas emparejada a Óscar Lozano ni otros montajes.
Belén era cándida paloma y hoy devino en la rotundidad que le propiciaron el reposo y la rehabilitación, que no reparan en lo físico. Se ha estabilizado su carácter, tiene mayor serenidad –ya sin estimulantes reprobables– y su futuro era de lo más optimista hasta que le cayó este jarro de agua fría tan contrario a los gustos, actitudes y posturas de ese Fran siempre reacio a manifestaciones de este tipo, hasta el extremo de que tan sólo una vez acudió a un plató –el de Telecinco– y renunció a los casi cuatrocientos mil euros que le ofrecían para soltar en el extinto «Dónde estás corazón», la plataforma que aupó a María Patiño, ahora con nariz recién estrenada en el último «Sálvame Deluxe», que conduce maquiavélicamente el bellezón vigués de Carlota Corredera, la directora del programa. Además de los arreglos estéticos, Patiño también varió su indumentaria, antaño era más desajustada y ampulosa y ahora resalta más, incluso con ese bolero semiacorazado como aparente –sólo eso– blindaje de sus emociones, ya más contenidas ante una María José Cantudo que reaparecía en el programa como si jamás hubieran existido Ramiro Garza, tan entrañable y generoso, o José Frade. El «affaire» con Pedro Ruiz pertenece a diferentes intenciones.
El caso es que no se sabe qué motiva a Fran a salir ahora a la palestra. Me anticipan que producirá sarpullido lo que largó a su íntimo Aurelio Manzano, a quien Belén siempre consideró amenazante por su amistad con Fran, una comunicación a veces traicionera que contaba más de lo que debía –aunque el informador estaba en su cometido de enterarse y revelar–. Sus chismes propiciaron alguna batallita casera y también varias de las muchas separaciones –anunciaron hasta doce amenazas de divorcio en un interminable «que viene el lobo»– por la confiada imprudencia de un Fran que no supo medir confesiones a veces calentadas por el alcohol. «Pone los puntos sobre las íes y revela cuestiones y situaciones imposibles. Rechaza, incluso, cualquier posibilidad de reconciliación», me adelantan mientras el ex de Belén vuelve a vivir con sus padres y apenas visita el bar familiar, aunque de vez en cuando eche una mano. Belén se portó bien con él incluso en sus problemas con la Seguridad Social. No se sabe cuánto dinero piden, pero no parece lo prioritario en lo que, sin duda, resultará un ajuste de cuentas. Hay que ponerse en lo peor.
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