España
Carla Royo-Villanova: «Es injusto lo que han hecho con el rey Simeón»
Carla de Bulgaria habla a LA RAZÓN sobre su familia, su negocio de cosmética y su faceta como madrina de otros emprendedores
Alegre, extremadamente dulce, solidaria. Su frescura y su sonrisa se contagian en seguida. Es una de las personas más optimistas y comprometidas de nuestro país, y eso a pesar de que pertenece a una casa real europea cuya historia y linaje tienen un peso decisivo en el devenir de este continente. Carla Royo-Villanova es todo lo que una mujer querría ser. Para ella, su familia y sus hijos (tiene tres: Mirko, Lucas y Tirso) son lo primero, pero eso no le impide invertir todas sus energías en sacar adelante su negocio, Carla de Bulgaria Roses Beauty, una línea de cosméticos que se distribuye por toda España y que es un «must» indispensable en el neceser de las VIP. Con su marido, Kubrat de Bulgaria, vive en una luna de miel constante, y, consciente de su tirón mediático, aprovecha para darse a los demás y ayudar a todo aquel que lo necesita. Por eso ha puesto en marcha el «Escaparate Superviviente», una iniciativa altruista para que diferentes emprendedores se den cita hoy en la tienda Égova y compartan sus ideas. «De la unión nace la fuerza», afirma, sonriente, Carla de Bulgaria.
–¿En qué consiste la iniciativa del «Escaparate Superviviente»?
–La tienda Égova es uno de los puntos de venta de CBRB y siempre estoy pensando nuevas ideas, porque los tiempos son difíciles y hay que reinventarse. La parte más bonita de esta época de cambio es precisamente la creatividad que se está despertando. Así que se me ocurrió hacer una jornada en la que cualquier persona puede venir y experimentar qué se siente siendo observado, a interpretar un papel, a ver o a ser visto. Pensar qué harías si estuvieras en un escaparate y los viandantes te miraran es una curiosidad que todos hemos tenido.
–¿Por qué ese nombre?
–Tiene una doble connotación: «súper», por fantástico, genial; y «superviviente», porque estamos viviendo una época interesante en la que luchamos por salir adelante. Va a ser una «performance» permanente. No sabemos quién va a venir ni qué harán los que vengan. Dry Martini servirá gin tonics, Negrini hará pinchos de mortadela, el chef Enrique Ortueta preparará tartar de salmón y yo haré tratamientos personalizados con los productos de CBRB. Pero lo demás es un misterio.
–¿Cree que este tipo de iniciativas son importantes en tiempos de crisis, que de la unión de ideas creativas surge una sociedad más fuerte?
–El individualismo está bien para momentos puntuales, pero en general creo que la unión hace la fuerza. Siempre lo he pensado aunque ahora es más importante que nunca. El trabajo en equipo, las sinergias... Si nos ayudáramos más unos a otros, este país saldría adelante con mucha mayor facilidad. Tenemos que hacerlo entre todos. Por eso pongo en marcha iniciativas como #EmprendeAndTweet: para que nos ayudemos. Porque tenemos optimismo y ganas de luchar y de salir adelante.
–La gente a la que ayuda la llama «hada madrina»...
–Me hace ilusión, pero no me lo merezco. Desde pequeña me ha gustado ayudar a la gente. En realidad, lo hago por egoísmo: me hace más bien a mí que a los que ayudo, así que no hay nada heroico en ello. Ayudo en la medida de mis posibilidades (muchas veces no puedo hacer todo lo que a mí me gustaría), pero desde siempre me ha hecho feliz estar cerca de los demás.
–¿A usted le está costando sacar adelante su empresa?
–Soy consciente de que tengo muchas cosas a mi favor y de que mi ventaja es mi apellido y que soy conocida. Pero he trabajo muy duro y durante muchos años, también en el mundo de la comunicación. Cuento con conocimientos y amigos: nada es un regalo. A pesar de las grandes facilidades para dar a conocer mi empresa, me está costando mucho. Por eso pienso: «Si a mí me cuesta teniendo todas estas herramientas, ¿cuánto no le costará a miles de emprendedores luchadores?». Por eso quiero compartir lo que tengo. Lo hago porque me gusta, porque me hace feliz y porque quiero devolver una parte de lo que a mí me ha sido dado.
–Su línea de cosmética, después de una inversión considerable, ¿le da para vivir?
–No. Me da para cubrir los gastos fijos de producción y almacén y para pagar a los autónomos que trabajan conmigo. Pero hay que seguir luchando. Yo llevo mucho tiempo sin cobrar, pero no me importa, porque creo que esto es una apuesta a largo plazo, es una carrera de fondo, y aunque han sido años complicados, tengo mucha esperanza en 2014.
–Laura Ponte, María León, Leticia Dolera, la infanta Pilar de Borbón... ¿Alguna otra «celebrity» adicta a sus productos?
–Hay muchas más, aunque sólo puedo hablar de las que lo han reconocido. Espido Freire, Verónica Mengod, Esmeralda Moya, Carmen Lomana... Pero estoy muy agradecida a todas mis clientas, no sólo a las conocidas. Porque cuando me envían sus fotos y comentarios me dan la fuerza y la alegría para seguir luchando.
–Y pertenecer a una casa real y tener el título de princesa, ¿es una ayuda a la hora de emprender un negocio?
–Por supuesto. Sobre todo en un primer momento: te cogen el teléfono, te escuchan... Pero la cara negativa es que tienes que demostrar más, te exigen más y te miran con lupa. No todo es un nombre.
–¿Su marido y su familia le echan una mano?
–Gracias a Dios, sí. Tengo esa inmensa suerte. No trabajo de sol a sol porque me gusta dormir, estar con mis niños, con mi familia... Pero cuando un negocio es tuyo, estás las 24 horas pendiente de todo. Y menos mal que ellos me ayudan, me apoyan y me entienden. Los pequeños a veces dicen: «No molestéis a mamá, que está trabajando». Nunca me han dejado rendirme. Y Kubrat, mi marido, es mi roca, mi gran apoyo. Si no, esta vida sería inviable. Una mujer sola no concilia: o concilia toda la familia, o yo sola no quiero hacerlo.
–Al principio, se juntó la puesta en marcha del negocio y el nacimiento de Mirko y pasaron apuros económicos, ¿no?
–Sí. Pedimos un aval bancario e hipotecamos nuestro domicilio. Menos mal que Kubrat me apoyó porque yo tenía miedo. Mi padre me ayudó con su experiencia y con su trabajo, que muchas veces es más importante que el dinero. Lo pasamos mal porque habíamos comprometido nuestro futuro y el de nuestros hijos: yo miraba a los niños y rezaba porque todo fuera bien. Ahora mismo no quiero saber nada más de créditos: quiero vivir al día, autofinanciarme. Si hay, se cobra; y si no, pues se prioriza.
–Ahora, el rey Simeón de Bulgaria ha puesto a la vente su villa de descanso de Banya para costearse la lucha contra el expolio del Gobierno, que trata de arrebatarle todas sus propiedades.
–Cuando cayó la URSS, todos los bienes nacionalizados fueron devueltos a los ciudadanos. Pero el Gobierno de Bulgaria hizo un moratorio contra los bienes de un ciudadano búlgaro, el rey Simeón, algo que la Unión Europea no puede permitir. El rey Simeón tuvo que llevar el caso ante el Tribunal de Estrasburgo. Ya han pasado cuatro años y la factura sigue creciendo, por lo que sí, ha tenido que poner la casa de Banya a la venta para costear el proceso, y de momento no se ha vendido. Aclaro que esta casa no es una de las que el Gobierno exige que se devuelva, sino que la mandó construir su padre, el zar Boris III. Cada uno lucha con los medios que tiene por la justicia.
–Su cuñado y hermano de Kubrat, Kardam, sufrió un gravísimo accidente de coche. ¿Cómo se encuentra?
–Está mucho mejor, pero continúa recuperándose. Su esposa, Miriam, no se separa de él: es un ejemplo para todos nosotros. Es una mujer de diez.
Una monarquía ejemplo de ética
Carla responde a todo con una sonrisa, y se hinche de orgullo al hablar de la familia de su marido, la dinastía de los Bulgaria. «Gracias al primer ministro Simeón Sakskoburggotski, Bulgaria entró en la UE en 2005 y en la OTAN un año antes. Nadie duda de esto. Es muy querido porque ha dedicado su vida a los búlgaros, se ha desvivido por ellos. Yo personalmente le admiro y me parece una de las personas más íntegras, responsables y éticas del panorama internacional. Y que después de que cayera la monarquía volviera como primer ministro muestra un espíritu reconciliador admirable», afirma.
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