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Cayetana Guillén Cuervo: «El texto me ayudó mucho a convivir con el duelo»

Vuelve a Madrid con «El malentendido», de Camus, una obra que le trae muchos recuerdos personales

Cayetana Guillén Cuervo
Cayetana Guillén Cuervolarazon

«El malentendido», de Albert Camus, tras su paso por el Centro Dramático Nacional, recala ahora en las Naves del Español (Matadero) hasta el 15 de diciembre. Junto a Ernesto Arias y Julieta Serrano, entre otros, Cayetana Guillén Cuervo aborda la obra que sus padres subieron a escena durante la dictadura. Un hecho real, contado a la manera de una tragedia clásica donde el destino de los personajes se mide en permanente tensión con sus afectos. Esta obra es el tributo de una gran actriz a todos aquellos que elevaron la voz en los años del oscuro franquismo a través de un texto estrenado en Francia durante el 44.

–Hablemos de Camus a pesar del frío que hace y el escalofrío que produce.

–(Risas) Un poco duro a esta horas mañaneras, sí es, pero también catártico.

–Se estrenó en enero y casi un año después vuelve a las Naves del Español.

–Estoy emocionada porque no es muy habitual, pero se ha hecho para que puedan acudir todos los que se quedaron sin verla. Y lo cierto es que el aforo está completo.

–Además, era importante para usted, por lo que de proyecto personal tenía.

–Es lo más personal que he levantado y todo está yendo tan bien que tengo la íntima sensación de que mi padre me está ayudando y, de alguna forma, los espectadores también le están homenajeando a él disfrutando la obra.

–Sus padres la estrenaron en1969, bajo las órdenes de Marsillach. ¿No les mordió la censura?

–Fue una valentía suprema y claro que les perseguía la censura. A medida que les cerraban las salas, estrenaban en otras. Hasta que, en ocasiones la gente sacaba las sillas de madera de sus casas y se plantaban a las puertas del teatro para ver la obra.

–No me extraña que quiera homenajear con esta representación a toda aquella generación tan valiente.

–Fueron actores muy valiosos y sin ellos estaríamos bastante perdidos. Intentaron dar un poco de oxígeno a este país. Desgraciadamente, en estos dos últimos años se nos están yendo casi todos. Por eso, cuando mi padre enfermó, barajamos qué texto podría rendir homenaje a todos ellos. Él pensó en «El malentendido» y no lo dudé.

–El existencialismo que plantea, ¿es tan válido hoy como lo fue en la Francia del 44?

–Igual, y eso que hablamos de una Francia ocupada por el nazismo y hoy vivimos en una Europa y una España democráticas, pero las presiones y angustias que vive el ser humano no han cambiado.

–Dios, el peso de la fatalidad, la familia... ¡Demasiado vigente!

–Habla de cosas muy trascendentes y medulares. Hoy, la gente padece mucha frustración por no poder cumplir sus sueños, pierden sus trabajos, las familias se desestructuran por problemas económicos... Y cuando al ser humano se le cortan las alas, se convierte en otra cosa muy distinta. Como vemos en la obra.

–«El malentendido» pertenece al teatro del absurdo. ¿Es éste el género más adecuado para hablar de la situación actual?

–Es oportuno, cuando menos, porque te lleva a reflexiones pertinentes. Si Camus lo escribió en una Europa en guerra y aún hoy nos vuelve a «sonar» de algún modo, da un poco de susto, ¿no crees?

–En uno de sus artículos dijo que compartía con su personaje «la rabia por tantas cosas».

–Siempre asociaré este proyecto a mi padre y al final de su vida, que fue tremendamente cruel. Yo me preguntaba por qué un hombre tan bueno tenía que sufrir tanto... Pero nadie te responde, como tampoco hay respuestas para Marta. En la obra, el personaje del criado para Camus era la representación de Dios, que está entre nosotros pero no interviene. Una metáfora del silencio que yo recibí. He canalizado la rabia y el dolor buscando una explicación, pero nunca llega.

–¿Su padre no pudo ver ningún ensayo?

–No. Me «pasó» el texto en el hospital. Yo salía de los ensayos y me iba a la cabecera de su cama para revisarlo con él, que sacaba una tremenda dignidad para intentar darme la réplica con su voz. ¡Con la de guiones que yo le pasé de niña! Además, había un punto hermoso, porque nos escuchaban en las habitaciones contiguas. Pude llevarle la maqueta de la escenógrafa. Pero una semana antes del estreno, falleció.

–Menuda fuerza debió de reunir para el estreno.

–El texto me ayudó mucho a convivir con el duelo.

–A su madre, ¿no le sedujo compartir tablas con usted, conociendo la obra?

–Lo planteamos así porque mi madre se entregó a cuidarle y no era compatible... Julieta Serrano está inmensa en el papel. Y mi madre... ¡otra vez será!

–Dice que intenta vivir en el «no conflicto». Cuénteme la fórmula

–Tengo muy buen carácter y no soporto el conflicto porque me produce amargura y me desestabiliza.

–Desde su perspectiva de periodista, ¿cómo ve la profesión?

–Muy precaria, anegada por la tecnología y con bastante miedo. El miedo bloquea –sobre todo a quedarte sin trabajo, a no llegar a fin de mes– y al expresar una opinión eso se ve.

–«Versión Original» en RTVE, sus artículos, la obra de Camus, estudiar proyectos de cine... ¿A qué frivolidad se abandona cuando no trabaja?

–A muy pocas. No tengo tiempo. Sólo me da para hacer bizcochos con mi hijo, ayudarle a hacer los deberes y cogernos la bici los tres...

–Como especulación: ¿Camus fue asesinado por el KGB por su condena a la invasión de Hungría?

–Se ha hablado sobre eso, pero nunca lo llegaremos a saber. Desde luego, Albert Camus era un intelectual libre, rotundo y activista, y llegó a ser demasiado incómodo en ocasiones.

–Ojalá continúe llenando el teatro y le siga iluminando uno de los mejores actores que hemos conocido.

–¡Y uno de los hombres más guapos! (sonríe). Así lo espero... Muchas gracias.