Famosos

Cifuentes no se ve como alcaldesa

Cristina Cifuentes, Alberto Ruiz-Gallardón y Ana Mato
Cristina Cifuentes, Alberto Ruiz-Gallardón y Ana Matolarazon

Lluvia y hasta aguanieve. Así de inesperado resultó San Isidro, con un ambiente gélido que se acentuaba por las corrientes imparables que asolaron el pasaje municipal entre Alcalá y Montalbán, que antaño cobijó fiestorros innovando, como otras iniciativas del regidor Ruiz-Gallardón, estrictos códigos municipales. En su momento fueron muy criticados porque hay que reconocer que el actual ministro de Justicia rompió moldes, como Ana Botella ayer, con su traje de andar por casa –a fin de cuentas Cibeles es su segundo hogar– con el que recibía en la mañana patronal bajo una lanilla granate de lazada trasera. Tenía el aire doméstico que prodigó en Moncloa. Botella redecoró la triste Moncloa aportándole calor de hogar, con gatos incluidos y las obras completas de Manuel Azaña, que hojeé cuando recibieron el premio Naranja Extra y nos invitaron a comer a los componentes de la entonces prestigiosa Primera Plana, que no tiene nada que ver con la de ahora, tan mercantilizada.

Ayer y hoy de la política

La recepción fue un repaso al ayer y al hoy y no sé si también al futuro de nuestra clase política: Martín Villa destacó con su camisa amarilla, Jaime Lissavetzky no perdía ripio. Mientras, Chencho Arias se paseaba ufano. No es de los que se prodigan. Jerónimo Saavedra estaba ufano por su última victoria insular. «He ganado un pleito con el presidente del Real Club Náutico de Las Palmas que daba pases a las parejas amigas, pero no a los gays», se reía ante un Pedro Zerolo con un pelo tan encrespado como el rojizo protestón de Juana de Aizpuru, que era un buen contrapunto al ya blanquísimo de Soledad Lorenzo.

Tomás Gómez hizo sospechosos apartes con Cristina Cifuentes. Fueron seguidos y comentados porque estaban en la primera y segunda fila, el socialista tras la admirada delegada del Gobierno, tan eficaz, tan personal –vestía ante negro con pedrería y coleta de amazona– y tan rompedora. Tiró balones fuera sobre si aspira a la alcaldía:

-No estoy en esa dinámica la verdad, comentó

-¿Y si te votan?-

Cifuentes fue puesta contra la pared ante un Lucio de impecable raya diplomática que competía con el Berhanyer gris de Fermín Lucas, «de cuando Elio lanzó una colección masculina. Tiene al menos veinte años».

Alfonso Guerra casi acaparó la misma atención que Ignacio González o Ana Mato. Interesaban por distintos motivos. En el sevillano sobresalía su corbata roja con los nombres de Goldoni y Petrarca. Y si ese trío copó morbo, fue Cifuentes, cual valkiria arrolladora, la que protagonizó todas las quinielas. Como la Once, premiada en su 75 aniversario, también es la ilusión de cada mañana. Menudo premio gordo.