Opinión

El diario de Amilibia: Nuestro Conductor de Victorias

Cuentan las lenguas de vecindona que monseñor Bolaños y su equipo cardenalicio está estudiando llamar así a su Amado Líder, como Delcy Rodríguez a Nicolás Maduro

Nicolás Maduro
Nicolás MaduroMatias DelacroixAgencia AP

Después de escuchar el discurso de cierre de curso del Apolo de la Moncloa en el que solo le faltó aplaudirse a sí mismo, aunque todo llegará si un día le fallan los palmeros, he leído por ahí que Delcy Rodríguez, la venezolana que llegó con 60 maletas a Barajas bajo la supervisión de Ábalos, ha definido a su querido jefe Nicolás Maduro como «Nuestro Conductor de Victorias». Fastuoso. Cuentan las lenguas de vecindona que monseñor Bolaños y su equipo cardenalicio está estudiando llamar así a su Amado Líder cuando le hagan pasillo para ovacionarlo antes y después del Consejo de Ministros. Y para presidir los citados consejos se instalará en el gran salón de la Moncloa una copia de la Victoria de Samotracia, icono de la Grecia clásica que casa a la perfección con el Apolo. Cierto que no tiene cabeza, pero eso también armoniza perfectamente con lo que nos pasa.

Se pensó en colocar una imagen de Santa Victoria, virgen y mártir coronada de rosas (la rosa sociata), pero es patrona de Córdoba y cae bajo el manto de la derechona. Rufián, ese arcángel que aspira a ser el Apolo Menor de ERC, dice: «El único santo en el que creí alguna vez fue Iker Casillas». ¿Un madrileño y madridista? No sé si eso se lo van a perdonar sus compadres indepes. Tendría que haber dicho Ramallets o Sadurní, grandes guardametas del Barça, y para redondear las devociones, la Moreneta y San Oriol (Junqueras). Eso sí, no cree en los dogmas: «No somos curas, somos políticos. Quien me pida pureza, se equivoca». Pureza, la de Tamara Falcó. Confiesa que los personajes que más le inspiran son Santa Teresa de Jesús, María Magdalena y la Virgen de la Alegría. Y también Virginia Wolf y Sissi Emperatriz. Con tanta gente inspirándola, no necesita ningún Conductor de Victorias. A no ser que María Magdalena vuelva a las andadas, claro.