Rabat
El premio a la abuela de Doña Letizia sigue dando que hablar
Escasean las visitas de Kalina de Bulgaria a la Villa y Corte. Siempre epató por sus originales indumentarias, ahora transformadas en un uniforme casi a lo prusiano después de su regreso de Bulgaria –donde tramitó los papeles para adoptar la nacionalidad–.
Escasean las visitas de Kalina de Bulgaria a la Villa y Corte. Siempre epató por sus originales indumentarias, ahora transformadas en un uniforme casi a lo prusiano después de su regreso de Bulgaria –donde tramitó los papeles para adoptar la nacionalidad–. Es una mujer adorable, con criterio y de firmes convicciones, que crecen con los años. Me recuerda a Brianda Fitz-James Stuart, hija de Siruela y de mi entrañable María Eugenia Fernández de Castro, quien, en cada uno de nuestros encuentros, rememora tiernamente las añoradas mañanas en la radio de Antonio Herrero. Componíamos «Pedrojota», Jiménez Losantos y yo una singular tertulia matinal de una radio a punto de extinguirse y cuyo mundillo aún sigue comentando el premio «a toda una vida» concedido a Menchu del Valle, la abuela asturiana de Doña Letizia. Ella nunca ha sido una grande como sí que lo fue, por ejemplo, Maruja Fernández, una voz que me ayudó en los comienzos con Del Olmo. ¡Qué tiempos aquellos en «Protagonistas», apenas un balbuceo en sus primeros pasos con José Ferrrer, pero que Luis engrandeció y le dio título de nobleza!. Nada se le resistía, ni su «Expo-canción» de Roda –donde la Jurado llegó a tirarle dardos amorosos a Julio Iglesias, que no le dio bola–.
Fue lo mejorcito de un tiempo prolongado por el tirón del ponferradino, con quien conocí Vancouver, Rusia y una China de la que volvió con veinte pijamas de seda. También «gosamos» de un carnaval carioca que intranquilizó a Merche, la guapa esposa el maestro de las ondas, ese del que Carlos Herrera lo aprendió todo.
Vuelvo a la cuestión del trofeo a la abuelita, que no pasó de locutora de provincias. La situación llevó casi al cisma entre los votantes –el mal ejemplo de el Vaticano–. Hubo división de opiniones porque la más conocida fue su hermana, Marisol, voz tranquila de Radio Nacional. Razonan que Menchu, estupenda estampa facial, tan relajada por su «dolce far niente», fue recompensada tan solo por «ser vos quien sos», gozando de mayores méritos Manuel Aznar y el propio Del Olmo. Me da que pensaron que, recompensándola, acudiría su nieta y daría al acto un barniz real y curioso. Pecaron de optimistas y de cortesanos, como hizo en tiempos mejores Palma de Mallorca, cuando agasajó a Cristina y Urdangarín con una Rambla con su nombre –gloria ahora suprimida–. Ni lo uno ni lo otro; tanto se pasaron dándoles coba como ahora quitándoles el favor. Porca miseria.
De ahí que, advertidos, Kalina y Kitin afinquen raíces en Rabat, donde estrenan una casa cerca del hotel Sofitel. La princesa prepara su concurrencia al equipo búlgaro de hípica, tal y como entre nosotros hace la siempre estupenda Elena de Borbón. Mientras, Marta Ortega prepara su parto en la clínica coruñesa de Santa Teresa.
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