MBFW
Moda para la felicidad
Andrés Sardá, Ágatha Ruiz de la Prada o Duyos abren la pasarela madrileña que regresa con fuerza tras haber sido la cita con la moda más comprometida en los últimos meses
Apostar por los desfiles presenciales en las últimas ediciones no fue una decisión sencilla. De hecho, provocó hasta un cambio de calendario, por eso es justo reconocer el mérito y el trabajo de todos aquellos que se comprometieron con la moda. Ahora, que en todo el mundo vuelven los desfiles con público, hay que recordar que MBFWM siempre estuvo allí, demostrando que con las medidas necesarias se podía salvar nuestra cita con las tendencias. No fue fácil, pero se consiguió.
Madrid regresa por todo lo alto, y no solo en moda: estrena tecnología punta con una pantalla de 40 metros cuadrados pensada para que las fotos de las redes sociales queden a las mil maravillas. Tan importante es lo que sucede sobre la pasarela como todo lo que se comparte en Instagram, Twitter o cualquier red social que se precie. La organización de los desfiles madrileños lo tiene muy claro y detalles como estos lo demuestran.
La fiesta comenzó ayer de la mano de Andrés Sardá, encargado de abrir la pasarela. La firma siempre asegura un show espectacular y es lo que nos dio (de hecho, estos catalanes son de los que mejor partido le sabe sacar a tecnologías como la pantalla gigante de Ifema). Apostando por la sostenibilidad, un tema cada vez más presente en las colecciones de los diseñadores españoles, nos invitó a un viaje irreal donde se contraponían dos ideas: el Japón clásico y el lado más puntero, loco y desenfrenado del país asiático. Nuria Sardá enfrentó en su colección dos maneras de entender a la mujer: la delicada y poética, gracias al encaje, o la futurista y extravagante, con el vinilo como protagonista y siluetas que recordaban a las creaciones de genios nipones como Kansai Yamamoto. ¿Les hablaba de show? El desfile lo comenzó con un espectacular montaje en el que nos trasladó a un interior clásico que bien podría ser el del palacio imperial tokioata para, en mitad del desfile, darle la vuelta por completo y llevarnos a las luces nocturnas de lugares como Shibuya. Llamó la atención la bailarina de pole dance con la que inició esta segunda parte de su presentación, dejando claro que Sardá siempre deja huella.
El colorido de Ágatha Ruiz de la Prada llenó de felicidad la pasarela, y es que, como reconocía la diseñadora, ellos están allí para hacernos felices, y para eso llevaron las sonrisas hasta a las propias prendas. Su mundo onírico es una invitación a parar, desconectar y recrearnos en una belleza pop que siempre convence. Esta vez, eso sí, su universo se presenta más pausado del que suele presentar otras veces, y, además, ha sido más inclusivo, con modelos masculinos desfilando con las creaciones de Ágatha, algo que se agradece, porque los hombres también tienen derecho a vestir de la diseñadora madrileña. Por su parte, Fernando Claro reivindicó materiales como el popelín de seda, el tul bordado y la organza flocada con glitter en una propuesta en la que, amén del binomio blanco y negro y el plata, se estrenaba con el rojo, un experimento del que salía airoso. Duarte se ha hecho un hueco en la moda masculina y regresaba a MBFWM de la mano de su fundador, que, tras la etapa de Kiko Font al frente (embarcado en otros proyectos en estos momentos), busca seguir con los éxitos obtenidos hasta ahora. Su concepto de masculinidad convence y los ha situado entre uno de sus iconos actuales y, además, se convierte en la referencia de la moda de hombre, que tan poco se ve últimamente en MBFWM (al respecto, no podemos dejar de mencionar a Roberto Verino y García Madrid, que presentaban este lunes sus propuestas, o a la propia Ruiz de la Prada).
Producción «made in Spain»
La belleza se podría decir que es sinónimo de Duyos y con este desfile nos lo ha vuelto a demostrar. El creador nos invitó a un viaje a Madeira, calmando nuestras ganas de huir con colores vibrantes que traían a Madrid todas las sensaciones que transmite esa isla. Se recreó con sedas pintadas, las lentejuelas (él es uno de los que mejor las trabaja) y el mimbre para crear trajes con volúmenes que solo hacían una cosa: ensalzar a la mujer.
El día de ayer lo cerró la firma Malne, que se ha convertido en una de las favoritas por muchas de las estilistas de nuestro país. En esta ocasión, apostó por reivindicarse como una marca de kilómetro 0, enfatizando su colaboración con los artesanos de nuestra tierra y con la producción «made in Spain» en unas piezas que se confeccionan de manera limitada. Eso sí, la colección se titulaba «Exceso» y también se pudo ver este concepto en sus propuestas.
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