Homenaje
Isabel Torres, un ejemplo de vida incluso después de la muerte
La actriz ha fallecido a consecuencia de un cáncer de pulmón
Conocí a Isabel Torres una mañana, y me pareció una mujer extraordinaria. Acababan de detectarle un cáncer de pulmón y se aferraba a la vida como quien no acepta la llegada de la muerte. Era vital y sensible, alegre y simpática, animaba a los que le deseábamos una pronta recuperación, porque no nos entraba en la cabeza que pudiera irse tan pronto de un mundo que, a pesar de la enfermedad, se mostraba generoso con ella.
En una de nuestras últimas conversaciones, me confesó que “empiezo a tener miedo, el tratamiento no funciona como esperaba y me faltan las fuerzas”. Intenté animarla a base de cariño y de buenas intenciones, pero su voz denotaba la pena de quien sabe que su vida se acortaba sin remedio. Nunca pronunciamos la palabra muerte, era tabú, siempre nos referíamos a las nuevas oportunidades que podría ofrecerle la vida.
Nunca perdió la esperanza de curarse. Necesitaba apoyo moral y físico, y vivía en casa de una de sus mejores amigas, casi una hermana.
Pero el destino no entiende de sentimientos, y este 11 de febrero Isabel dejaba de existir. Un adiós que nadie esperaba tan temprano, pero que ella misma intuía, porque ese cáncer de pulmón que la quemaba por dentro se había convertido en una metástasis que afectaba a otras partes de su cuerpo.
Hasta el final conservó, no obstante, una entereza digna de elogio, una serenidad que asombraba a los que la conocimos.
Curiosamente, su última aparición pública fue en una entrevista en ‘Sábado Deluxe’, en la que, haciendo de tripas corazón, anunció que, posiblemente, tan solo le quedaban dos meses de vida.
Pero no fue una charla arropada por el llanto, sino por las ganas de seguir viva. Nunca abrió las puertas a un adiós prematuro, ni las cerró a la vida, porque en su fuero interno intentaba convencerse de que su enfermedad tenía cura.
El cáncer no consiguió arrebatarle la belleza, su semblante positivo y sus ganas de reír. El día siguiente a la entrevista le mandé un mensaje pleno de cariño y de ánimo. Me contestó con un simple gracias y un corazón rojo. Quizá no deseaba explayarse sobre ese vaticinio mortuorio que nos hizo a todos los que la queríamos. Descanse en paz.
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