Crónica social
La fiesta del sábado de Lomana: La vida que fluya sin rabietas políticas
Llega un momento que ante tanta barbaridad, ante tanto saltarse todo lo establecido, nos volvemos «pasotas».
Llega un momento que ante tanta barbaridad, ante tanto saltarse todo lo establecido, nos volvemos «pasotas». Se aprobó la bochornosa Ley de Amnistía y ya ni nos arrugamos. Los leones del Congreso supongo que gruñeron por lo bajini, con cuidado, no sea que el dictador los quitase de en medio. La vergüenza nos invadía ante tanta barbaridad política pero parece ser que ya hemos decidido que la impotencia nos genera continuos cabreos y no merece la pena vivir así. Nos creamos un mundo a nuestra medida, irresponsable, sin compromiso. Lo único que tenemos que hacer es dejar que nos maltraten a impuestos para seguir montando sus aquelarres, desmanes, abusos de poder, prevaricación, malversación... que termina siempre en grandes bacanales cutres con putas, drogas y marisco. Esto siempre se repite. Sánchez sabe que hay cosas que nos importaban, teníamos principios irrenunciables, pero ya no nos importan. Este presidente que nunca ganó las elecciones ha conseguido que no sepamos distinguir entre la mentira o la verdad. Es todo muy fuerte y sin moral ninguna. Me niego a poner la radio cada mañana a las siete y que me dejen los editoriales madrugadores enfadada y echando pestes todo el día. Esto perjudica gravemente la salud y la belleza que no voy a dejar que se marchite por un psicópata en la Moncloa, que parece ser, todavía fascina a muchos españolitos, quizá por no perder un trabajo, una prebenda, o una subvención.
Personalmente no quiero terminar como un cencerro hablando sola por la calle mientras echo pestes contra todos estos personajes. Me da igual lo que haga Puigdemont, cualquier cosa es válida cuando la moral, la verdad y el honor ya no existen.
Empieza dentro de nada la primavera, las vacaciones de Semana Santa y necesito descansar, dar un cambio a mi vida, tener tiempo para contemplar cómo empiezan a salir las hojas. Me fascina cuando siento que ya escucho algún pájaro cantando feliz. Hay mundos elementales que rigen la vida en la tierra, los ciclos de la naturaleza, las horas, incluso el día y la noche. Los días son más largos cuando por fin el invierno se aleja. Antes de que los humanos viviésemos tan deprisa y alejados de la naturaleza contemplábamos los amaneceres, los niños y los adultos creíamos cuando paseábamos por el bosen gnomos, ondinas, sílfides y salamandras. Las gentes del norte siempre hemos sido muy dados a creer en leyendas y fundirnos con la naturaleza: eso es la felicidad, los baños de sol, una buena comida y charla con la familia, con amigos queridos, tener tiempo para perderlo. Una siesta debajo de una higuera es sanadora. Ahora se habla mucho de salud mental pero es difícil mantenerla, tal como suceden los días, en la forma moderna de vivir de espaldas a lo que verdaderamente importa.
¿Debemos vivir en un mundo en el que todo nos dé lo mismo excepto nuestra propia felicidad? ¿En el que pasemos de lo que nos hace daño y nos desestabiliza? ¿Eso es egoísmo? Creo que me lo estoy planteando para no amargar mi carácter tranquilo y soñador. Se lo recomiendo. Intentemos pensar que nosotros somos lo más importante y que la vida se nos escurre rápido y es mejor que selo haga con alegría.
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