Moda
La nueva era Balenciaga, pese a Cristóbal
Se ha borrado el rastro del controvertido Gvasalia y ahora, Pierpaolo Picciolini es el nuevo relevo de la marca
El legado de Cristóbal Balenciaga no estaba pensado para continuar. El diseñador vasco decidió un buen día de 1968 cerrar su casa y aquel cerrojazo estaba pensado para ser eterno. Se retiró a España para disfrutar de su querido San Sebastián y del Mediterráneo, donde falleció en Jávea en 1972. Habían pasado cuatro años de su adiós y, pese a haber realizado alguna tentativa de prêt-à-porter, más por compromiso que por convicción, continuó retirado de la moda.
No tuvieron la misma idea sus herederas. En el testamento no figuraba Ramón Esparza, pese a que esa hubiera sido la voluntad del modista vasco, de tal manera que su último compañero de vida no tuvo ni voz ni voto en las decisiones que tras el fallecimiento del genio de la moda tomó su familia. Así es como, al final, la firma bajó del pedestal de la alta costura y acabó convirtiéndose en una casa de licencias donde sus bolsos se vendían en centro comerciales, muy lejos de los elegantes salones donde se presentaban las colecciones que hicieron historia en la moda.
Desaciertos
Aquella fue una decisión que, seguramente, hizo removerse a Balenciaga en su tumba. Más todavía cuando en 1986 la casa pasó a pertenecer al grupo Jacques Bogart, que decidió volver a impulsarla, pero sin contar con la costura. Se centraron en el prêt-à-porter y se olvidaron de los grandes tiempos de gloria. Al frente pusieron a Michel Goma, un respetado nombre de la moda de aquel momento que no supo encontrar el camino hacia la glorificación de la firma. En 1991 llego el turno de Josephus Thimister, quien intentó probar suerte con la casa tras haber colaborado con Karl Lagerfeld y haber dirigido Patou.
Pese a haber sido considerado por Anna Wintour en 2001 como uno de los mejores creadores contemporáneos, tampoco obtuvo el favor esperado del público ni consiguió darle el brillo que la casa necesitaba. Eso sí, preparó el camino para Nicolas Ghesquière, quien optó por bucear como no se había hecho en mucho tiempo en los archivos de la firma y traer la esencia del maestro al presente.
Fue en ese momento, además, cuando la maison cambió de manos y el poderoso grupo galo PPR, actual Kering y dirigido por François-Henri Pinault (marido de la actriz Salma Hayek), se hizo con los mandos de todas sus operaciones. De esta manera, con el músculo financiero del segundo grupo de alta moda del mundo -al que pertenecen también firmas como Gucci-, la estrella de Balenciaga comenzó otra vez a brillar, muy a pesar de su fundador, que pensó que aquello había muerto con él.
Tras un periodo de gloria, como se puede valorar ahora con la distancia de casi dos décadas, de la etapa Ghesquière (donde también apareció en escena Pelayo Díaz, como novio en aquel momento de este prestigioso director creativo), en 2012 al diseñador le invitaron a marcharse para intentar darle un toque más deportivo de la mano de Alexander Wang. La operación no salió como se esperaba y, además, Ghesquière acabó en Louis Vuitton, el rival a batir de Gucci, Tras tres años al frente, el creador americano abandonó la casa. Pinault decidió coger el toro por los cuernos y apostó el todo por el todo para darle nuevo brío a una de las joyas de su empresa. Decidió fichar a Demna Gvasalia, creador de la firma Vetements que en ese momento era la mayor sensación en París.
Ni rastro de Gvasalia
La etapa de Gvasalia al frente de Balenciaga fue, cuanto menos, controvertida. Unos le acusaron de acabar con el legado del maestro, otros de convertirlo en simples zapatillas e, incluso, hubo una polémica por unas fotografías con menores que nunca se debían de haber realizado, pero lo cierto es que el creador georgiano supo hacer de ella una casa de culto. Y, pese a lo que muchos puedan pensar, fue un gran estudioso del legado de genio de Getaria.
Esta semana, tras la salida de Gvasalia destino a la firma Gucci, se ha conocido que quien se hace cargo de Balenciaga es Pierpaolo Piccioli. El diseñador italiano se ha labrado una trayectoria impecable en la casa Valentino, logrando incluso darle más brillo que su propio fundador. De ahí que cuando se comunicó el pasado martes, las redes ardieran con la noticia.
Él recordó a sus antecesores: Nicolas, Alexander y Demna, pero se olvidó de Michel y Josephus, en lo que parece un ejercicio «damnatio memoriae» al que nos tienen muy acostumbrados las firmas. De hecho, nada más conocerse la noticia el perfil de Instagram de Balenciaga eliminó todas las fotografías del periodo Gvasalia. No se quieren mezclar estilos, pero lo que al final sucede es que se acaba perdiendo la memoria de la firma. Porque todas, al final, son herederas de los creadores que en ellas trabajaron, pese, incluso, a que su fundador nunca lo hubiera deseado.