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Teresa Berganza: «Lo mejor es un amante por horas, como la asistenta»

Teresa Berganza: «Lo mejor es un amante por horas, como la asistenta»
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Cree que los 80 años son buenos para casi todo, «sobre todo para hacer lo que quieras; siempre he sido una mujer libre, pero ahora estoy haciendo lo que me da la gana por primera vez, y es una gozada: levantarte por la mañana y no preocuparte de cómo tienes la garganta, de tener o no tener que llamar al médico...». O sea, la felicidad es, en gran parte, no sentir la angustia de tener que hacer gárgaras al levantarse, o al menos así lo resume y siente la gran Teresa Berganza, la indómita, la liberal, la atrevida, la que acaba de recibir el Premio Alfonso Ussía, aquí, en LA RAZÓN. Ella dice que ha cumplido «cuatro veces veinte».

–Dice que el día que dejó de cantar se liberó. ¿De qué?

–Del pánico que se siente siempre antes de salir a escena. Yo rezaba en el camerino, rodeada de santos como los toreros, buscando alivio. Sólo echo de menos al público, el cariño del público, los aplausos.

–Con 17 años acompañaba a Juanito Valderrama, Juanita Reina y Carmen Sevilla...

–Sí, hacía la segundo voz o tocaba el órgano en el Ave María de Schubert.

Define la ópera «como un arte que consigue que nos olvidemos de las miserias, creamos en el amor eterno y seamos héroes por unas horas». Para olvidar la crisis me aconseja «Cosi fan tutte», pero con un director de escena que no ponga a los cantantes en calzoncillos, «porque ahora hay mucho director que no respeta a los autores ni a los cantantes». Parir tres hijos le hizo sentirse héroe por unas horas.

–No sé si el embarazo mejora la voz...

–Sí, sí. Ese movimiento de hormonas brota por todos los sitios. Me hubiera gustado tener diez hijos.

–Me imagino que no cree en el amor eterno...

–Fíjese si soy boba que sigo creyendo. Tiene que existir. Mis padres lo conocieron, yo no.

–Una vez me dijo que los hombres se enamoran de la artista y luego de la mujer. ¿Mejor al revés?

–Mejor a la vez, pero los hombres no saben hacer dos cosas a la vez.

–Sienten celos de la mujer estrella, dice. No aguantan ser el señor Berganza...

–No lo soportan. La alfombra roja les hace gracia un rato, luego les entra algo raro, una especie de celos. Sin embargo, las mujeres no sienten celos de sus maridos importantes, famosos.

Lo dice: «Detrás de una mujer importante hay un hombre asustado». Y remata: «Un marido es siempre una equivocación; a mí me salieron mal los dos que tuve; a las cantantes nos pasa mucho, no sé por qué será; quizá el hombre no está preparado para vivir con una diva». Sonríe, pícara.

–Así que mejor un amante...

–Sí. Un amante por horas, como la asistenta, ja, ja, ja. Hombre, me hubiera gustado más el amor eterno, pero...

Recurre al poeta: «Que me amen poco tiempo pero con locura y no mucho tiempo y con cordura». Y añade: «Qué aburrimiento la cordura».

–¿Se ha quedado con ganas de tener un gran amante?

–Ya lo tuve. El amante más maravilloso que se puede tener.

–No sé si ha faltado un Onassis en su vida...

–No, no, que era muy feo. Además, yo no soportaría tanta vida social. Tengo espíritu de monja... con amante.

–No ha querido hacer eso que llama «el negocio de las despedidas», la vuelta al ruedo diciendo adiós...

–No me gusta. Me parece un «sacacuartos». Y además lloraría, no podría cantar. Un día me quedé sin voz, por un problema familiar, y me dije: «Se acabó, no canto más». Y lo he cumplido.

–¿Miedo a la muerte?

–No, la espero con valentía. Miedo a la enfermedad, al dolor. Quiero irme sin hacer ruido: he pedido que no avisen de mi fallecimiento a nadie hasta pasada una semana o un mes. Que me incineren y me entierren entre la camelia y el ciprés del huerto de los frailes agustinos que tengo cerca de mi casa en El Escorial.

Cuando se cabreaba con sus maridos se ponía un esparadrapo en la boca para no gritar: lo primero, la garganta. Últimamente ha dado clases de perfeccionamiento vocal a los cantantes de «La del manojo de rosas», en el teatro de la Zarzuela. Del mes que pasó con María Callas haciendo «Medea» aprendió que además de cantar tenía que ser actriz. Le parece que envejece bien, «me veo mona, algo rockera, ¿no? , así, con el pelo blanco y corto. El Rey me llamó el otro día "pelopincho"».