Gente
Pocholo, el “Franco” desaparecido
Ni tiene teléfono móvil ni lo quiere. Su familia solo puede contactar con él por medio de unas direcciones de correo electrónico que, aparte de los más cercanos, tiene muy poca gente.
Pocholo Martínez-Bordiú, antaño animador de fiestas en Ibiza, es el “Franco” desaparecido, el más rebelde y el menos significado políticamente, aunque en tiempos fuera el más mediático. El primo de los hermanos Martínez-Bordiú Franco tiene escasa relación con el resto de los suyos, viene poco a Madrid y prefiere las playas ibicencas al asfalto de la capital de España.
Esta semana, el martes 22, celebró su cincuenta y siete cumpleaños en el anonimato, nada que ver con las fiestas multitudinarias y discotequeras de su prima Carmen. Huye de actos sociales y, junto a la hermana de la anterior, Merry, es el más bohemio e incluso "hippy"de la familia.
Uno de sus amigos, Carlos, le define como “un niño grande, tan capaz de tener la actitud más infantil y ‘absurda’ como de demostrar su amplia cultura. Tras el hombre díscolo y polémico de la mochila se esconde un gran economista y un tío muy inteligente. Su imagen más conocida no se corresponde con la que muestra en la intimidad y con su círculo cercano. Es muy amigo de sus amigos y le hacen falta pocas cosas en la vida para ser feliz”.
La diseñadora Cuca Gotor, buena amiga de quien esto escribe desde hace muchos años, prefiere no pronunciarse sobre la vida actual de su polifacético hermano: “Hace años que no hablo con los periodistas sobre mi familia. Pocholo vive su vida, no tiene móvil y es libre de hacer lo que quiera. Escríbele un email y seguro que te contesta. Di que has hablado conmigo... O que te pase el teléfono de Mila, una chica que colabora con él y es muy amiga suya”.
A día de hoy, la respuesta no ha llegado. Pocholo no contesta.
Hasta su primo Jaime reconoce que “es muy difícil contactar con él. Yo lo hago siempre por email”. En este aspecto, sería más raro verle en celebraciones familiares que en la noche ibicenca. Curiosamente, tiene varios correos electrónicos, dicen que con la intención de repartirlos según la importancia afectiva de familiares y amigos. Por ejemplo, el de su hermano y el de sus primos son distintos.
José María Martínez-Bordiú, su verdadero nombre y apellidos, heredó el título de barón de Gotor tras la muerte de su padre y se ganó el apodo de Pocholo por su débil estado de salud en su infancia. De hecho, él mismo me contó que “sufrí una hepatitis poco después de nacer, decían que me iba a morir”. Su madre, al hilo de lo anterior, siempre comentaba: “Este chico siempre está pocho” y de ahí, añadiendo un “lo”, salió el cariñoso mote.
Pero, según sus íntimos, “no le da la menor importancia a los títulos nobiliarios, él no va de barón ni de aristócrata por la vida, le correspondió en herencia y lo aceptó por respeto y cariño hacia su padre, que murió en el año 2006. Nos dice que de lo único que ejerce es de “varón con uve”. Todos sabíamos que no se le iba a ver en el Valle de los Caídos ni en el cementerio de Mingorrubio, en ninguno de los actos de exhumación del general Franco. Y menos tras la gran polémica desatada por la situación. Además, no le une ningún parentesco por vía directa con Francisco Franco, que es el abuelo de sus primos.” Por eso, nadie de su familia le esperaba ayer.
La última vez que tuve ocasión de hablar con este hombre tan “original”, dejó muy claro que “a estas alturas de la vida no voy a cambiar, mi mundo está compuesto de fiestas, discotecas y motos. No tengo novia fija ni quiero ser padre, la rebeldía no la perderé nunca. Mi forma de vida parece incompatible con una relación estable...”. Ante la pregunta de si a los cincuenta y... tenía intención de “reformarse”, contestó rotundo: “Estoy reformado desde que nací. Me gusta ser libre e independiente, voy mejor a mi bola. Se me quiere porque soy un tío de verdad, transparente, y me encanta que por la calle la gente me llame y me diga ‘Pocho, Pocho’. Caigo bien a todo el mundo. Mi existencia es muy nómada, viajo siempre que puedo, soy un culo inquieto”.
Incluso sigue cayendo bien a quien fuera su esposa, Sonsoles, hija del presidente Adolfo Suárez, con la que mantiene una buena relación. Tan buena que él no duda en confesar que “ella ha sido el gran amor de mi vida”. Se la llevó a vivir a una finca argentina donde el comercio más cercano estaba a más de cincuenta kilómetros, y su esposa entre 1992 y 1994 se cansó de aquella vida tan solitaria. Por lo menos, es lo que manifiesta Pocholo. La convivencia era imposible y conllevó la separación matrimonial. Él se define hoy como “un moderno flautista de Hamelin, un juglar y ‘dj’ que pincha discos de pueblo en pueblo y que reparte cariño a todo el mundo”. Y es de los mejores en su profesión.
Fue íntimo amigo de Cayetano Martínez de Irujo, su compañero de juergas y de ciertos excesos, una amistad que el hijo de la fallecida Duquesa de Alba refleja en su recientemente publicada autobiografía. Leer esas líneas le ha sentado muy mal y no dudó en llamar a Cayetano para pedirle explicaciones. No se sabe cómo transcurrió aquella conversación, pero seguro que resultó poco amistosa. Y que la antigua unión entre ambos aristócratas se desvaneció con un simple telefonazo.
El puticlub que desmantelaron los Gotor
A finales de 2016 se publicó que en una casa perteneciente a la familia Gotor, situada en las Ramblas barcelonesas, se “ejerce una actividad de alquiler de habitaciones a tiempo parcial para la prestación de servicios sexuales, lo que se denomina en el argot popular un ‘puticlub’”. Pocholo aclaró entonces que “ese piso forma parte de la herencia de mi madre, pero yo nunca he estado allí. Dicen que alguien está “trabajando” con mujeres, ¿no? Es el colmo. No tenía ni idea de que existía ese ‘puticlub’, ni tengo nada que ver con esto. Pero me voy a enterar inmediatamente”.
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