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Jesús Amilibia: “Con Irene Montero ni se mira ni se toca”

“¿Son impúdicas las miradas de Pablo Casado a Inés Arrimadas cuando acosa a Ciudadanos? ¿Y las de Pere Argonès a Sánchez cuando le mira la tableta a la altura de la chequera?”

La ministra de Igualdad, Irene Montero
La ministra de Igualdad, Irene MonteroRicardo RubioEuropa Press

Antaño, las novias faldicortas o escotadas se defendían de las manos siempre ansiosas de los novios diciendo aquello de «se mira, pero no se toca», o sea, las manitas quietas que luego van a pan, por lo menos hasta que lleguemos a la última fila del cine. Para combatir el acoso sexual en el trabajo, Irene Montero propone, entre otras cosas, perseguir y denunciar las miradas impúdicas, propuesta que sin duda ha sido bien recibida por el presi, harto de que en la Moncloa algunas ministras e incluso vicepresidentas le miren sin disimulo y con rijosidad el trasero desde que Boris Izaguirre lo calificó de «paradigmático». Ahora sólo falta definir con exactitud qué es una mirada impúdica para que el peso de la regla o norma caiga sin piedad sobre el lascivo transgresor.

¿Son impúdicas las miradas de Pablo Casado a Inés Arrimadas cuando acosa a Ciudadanos? ¿Y las de Pere Argonès a Sánchez cuando le mira la tableta a la altura de la chequera? ¿Y las de Ximo Puig a Díaz Ayuso cuando la ve como nacionalista madrileña, con lo que le ponen a él los nacionalismos? ¿Y las del Club de Fans de Yolanda Díaz cuando ella descubre sus piernas? ¿Y las de la presidenta madrileña a Miguel Ángel Rodríguez cuando la muy deslenguada confiesa que le gustan los fofisanos? ¿Y las de Laura Borràs a Puigdemont cuando éste se le aparece como la encarnación de Obama y Merkel?

En fin, que aún no me explico cómo es posible que Luis Enrique no fuera denunciado, juzgado y cancelado por exhibicionismo machista cuando dijo de la selección: «Tengo a los veinticuatro empalmados». Cuántas miradas impúdicas habrán padecido esos chicos, pobres.