Irene Montero

Un impúdico mirar

Notas del 5 de octubre, o eso parece, pues se ha perdido el rastro de la fecha de este cuaderno que tiene el reloj estropeado. Hubo un tiempo en que no sabía qué edad tenía, y lo cierto es que tampoco me importaba. La confusión alcanzó la cima un día de cumpleaños en que me preguntaron cuántos cumplía y yo respondí muy seguro que treinta y siete. Después me hicieron la cuenta y eran treinta y seis, qué más da. Hoy Macarena ha cumplido nueve años, y yo también.

Sobre Madrid hay circulación lenta de nubes gordas, oscuras y redondas como pelusas de debajo de la cama en tonos rosa palo. Son unas nubes decimonónicas y apocalípticas que vuelan sobre rascacielos con despachos de mesas de caoba sobre las que, al cierre de esta columna, los brokers se agarran el pecho sorprendidos ante los primeros dolores de un suceso coronario. Nubes de plomo gris casi de peluca de magistrado y de declarar inconstitucional el cierre del Parlamento durante el primer confinamiento por seis votos contra cuatro. Nubes como de ir por la calle santiguándose y hablando solo con el mentón clavado en el pecho mientras se anda rápido.

Nubes con luz de confesionario. Han pedido a los empresarios que censuren comportamientos que incomodan a las mujeres en los lugares de trabajo, sobre todo las “miradas impúdicas”. Por supuesto la idea ha salido del Monasterio de Igualdad, mucama, botafumeiro de iglesia de Galapagar, pancarta de naftalina y esopo de agua bendita.

Irene Montero, Torquemada Japiberdei y matraca infatigable, explicará qué es lo que significa una mirada impúdica, si la impudicia está dentro de la cabeza de uno o si, en cambio, se manifiesta de manera externa. Si es convicción, inclinación, intención o perturbación. Ojalá prohibieran las miradas asesinas del código penal de las miradas y las miradas de cordero degollado que tanto ofenden a los alegres chicos del Pacma. Habrá que enterarse si lo del mirar impúdico alude al tiempo o al espacio, pues no son la misma cosa. O que expliquen en corto y por derecho qué es el pudor y ya entonces, me arranquen los ojos, total para qué los quiero. Lo he visto todo.