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Lenguas de fuego sobre sus cabezas, ya
Aún no sabemos en qué lengua hablaron Ortuzar y el Molto Honorable Pròfug en Waterloo.
Aún no sabemos en qué lengua hablaron Ortuzar y el Molto Honorable Pròfug en Waterloo. Santiago González se inclina por el silbo gomero; yo creo que emplearon señales de humo, como sioux y apaches. En las fotos no se ven traductores ni pinganillos. Pero Puchi ya ha conseguido (cobro por adelantado) un Congreso supranacional o plurilingüe, a elegir. En Pentecostés, el Espíritu Santo descendió sobre las cabezas de los apóstoles en forma de lenguas de fuego y les concedió, muy propiamente, el don de lenguas para predicar el Evangelio sin necesidad de pasar por la escuela de idiomas Berlitz. Juan José Lucas me contó hace años un chiste sobre los senadores: «¿Sabes? Ninguno es creyente». «¿Y eso?». «Ninguno es capaz de creer que pueda existir una vida mejor».
Los diputados no predican el Evangelio ni son apóstoles, pero un renovado Pentecostés sería la solución ideal para evitar el caos y, sobre todo, la enorme soplapollez: que el Espíritu Santo descienda sobre sus cabecitas y obre el milagro que les ahorre el pinganillo. Aunque, bien mirado, a lo mejor el susodicho artefacto les resulta muy útil. Marlon Brando, en sus últimos años, lo empleaba para que su secretaria le dictara el guión mientras rodaba: se negaba a memorizar o ya no podía. Así, los cerebritos o amados líderes de los partidos podrán transmitir a sus acólitos las inapelables consignas y las respuestas más ingeniosas o los insultos más propios en los debates. Todo en directo, como improvisado, natural.
Leo en Morodo: «Puigdemont quiere que Sánchez le lleve a la Generalitat». Pero, ¿en qué quiere que le lleve? ¿En volandas? ¿A la sillita de la reina? ¿En el Falcon? Nunca en el maletero del coche, eso no.
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