Casas reales
Preocupación por la salud de la princesa Kiko de Japón: "No puede comer con normalidad"
La Agencia de la Casa Imperial confirma los rumores y explica que la esposa del príncipe heredero tendrá que alejarse por un tiempo de la vida pública
La preocupación por la salud de la princesa Kiko de Japón, esposa del príncipe heredero Akishino, hermano del actual emperador Naruhito, se ha generalizado en las últimas semanas a raíz de su marcada ausencia en varias citas programadas, y ahora la Agencia de la Casa Imperial ha confirmado que no se encuentra bien desde mediados del pasado mes de diciembre. Por lo visto, padece molestias intestinales provocadas por un proceso severo de gastroenteritis, una inflamación del revestimiento del estómago y los intestinos cuyos principales síntomas son vómitos y colitis. Aunque no suele agravarse, sí puede ocasionar males mayores en personas de avanzada edad o con una salud delicada, llegando a causar deshidratación o fiebres altas.
La princesa Kiko, de 57 años, sí pudo presentarse en los festejos organizados por el Año Nuevo, pero sus síntomas se han agudizado en los últimos días y en este momento ni siquiera puede «comer o ingerir alimentos con normalidad», por lo que la Casa Imperial ha tomado la decisión de apartarla de sus funciones hasta que se recupere por completo. De hecho, se anunció que la esposa de Akishino no podría participar en un importante ritual que se celebra cada 7 de enero para recordar y homenajear al fallecido emperador Showa, y aunque finalmente sí acudió en una muestra de responsabilidad, se espera que no vuelva a aparecer en las próximas semanas.
La confirmación por parte de la Casa Imperial de que la princesa no atraviesa su mejor momento no ha hecho más que acentuar la preocupación, puesto que la institución no suele romper con su habitual hermetismo a no ser que se trate de un asunto de gravedad.
Además, también se ha informado de que la princesa está siendo sometida a diferentes pruebas médicas para determinar el origen de esta molesta gastroenteritis e intentar atajarlo, con la esperanza de que pueda retomar su papel institucional cuanto antes. En este contexto, se le ha practicado un test para comprobar si ha vuelto a contraer coronavirus, aunque en esta ocasión el resultado ha sido negativo.
Fue el pasado mes de julio cuando se contagió de covid-19, una enfermedad que, de nuevo, la obligó a cancelar su agenda y apartarse por un tiempo de la vida pública. La princesa Kiko guardó reposo en palacio y logró recuperarse por completo, pero en este caso parece que la gastroenteritis se le está resistiendo más de lo esperado.
Una vez más, la familia imperial nipona ha despertado el interés del mundo occidental por razones muy diferentes a las que a ellos les gustaría. En los últimos años, los ojos se han puesto sobre la princesa Mako, la primogénita de Kiko y Akishino, que anunció en 2017 su compromiso con Kei Komuro, un joven abogado al que conoció en la universidad. La noticia no fue bien recibida por la opinión pública japonesa –muy fiel a las tradiciones ancestrales– por la condición plebeya de él, y la princesa tuvo que renunciar a su cargo de princesa, sus propiedades e incluso las joyas de la familia para poder casarse con su amado.
Estrés postraumático
La ley japonesa establece que las princesas obligadas a renunciar a sus raíces para poder casarse deben recibir un pago de parte del Gobierno de 1,3 millones de dólares, pero Mako también tuvo que renunciar a esta compensación por un escándalo financiero en el que se vio envuelta su suegra, la madre de Kei Komuro. «Siento mucho las molestias y estoy agradecida a todos los que han seguido apoyándome, pero, para mí, Kei es insustituible: el matrimonio era una elección necesaria para nosotros», declaró entonces a la BBC.
Cuatro años después de anunciar su compromiso, el 26 de octubre de 2021, Mako y Kei por fin se dieron el «sí, quiero», aunque en una discreta ceremonia civil alejada de la pompa y boato que suele caracterizar a las bodas imperiales. Poco después, los recién casados abandonaron su país natal y se establecieron en Nueva York, donde comenzaron una nueva vida que les permite disfrutar libremente de su amor.
Aunque la historia tuvo un final feliz, la princesa Mako tuvo que pagar muy caro las consecuencias de su decisión y arrastra secuelas psicológicas derivadas del estrés postraumático que le causó la presión mediática con la que tuvo que lidiar. «Quiero a Mako. Solo tenemos una vida y quiero que la pasemos juntos. Me entristece que Mako haya estado en malas condiciones, mentales y físicas, a causa de las falsas acusaciones», lamentó entonces su marido.
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