
Gastronomía
Ronda de bares: Correlimos, la cerveza más fría de Huelva
En su propuesta, lo esencial: chacinas de calidad, conservas bien seleccionadas, encurtidos gloriosos, algún montadito certero y la tostada justa

Se están perdiendo las tabernas de verdad. Los tabancos, las abacerías y demás santuarios sin cocina donde uno podía entregarse al rito del aperitivo sin pretensiones ni maître. Lugares donde lo importante no era tanto lo que se comía como cómo se estaba. De pie o en mesa alta, con una cerveza bien tirada, un vino generoso o un vermú sin filigranas, acompañado de unas patatas fritas, almendras fritas, alguna chacina honesta o ese salazón que sabe a infancia y mar. Pues bien: en Huelva, tierra de temple y salitre, sobrevive uno de esos locales con alma antigua y cuerpo moderno: Correlimos. Suena a pájaro de costa y es, en efecto, lugar de paso y de parada. Una abacería contemporánea que ha sabido rescatar los ritos de siempre sin traicionarlos con diseño vacío ni carta de postureo. Aquí hay papelón, tabla de madera, menaje de latón. Y sobre todo, barra de conversación, que es lo que escasea en este siglo de pantallas.

Situado en pleno centro de la capital onubense, Correlimos no solo da sombra y frescor: ha logrado revitalizar su entorno, devolverle vida al barrio con esa energía que solo tienen los bares con liturgia. Aquí se bebe con sentido, se conversa sin prisa y se comparte más que cuenta. La cerveza —dicen, con razón— es la más fría de Huelva, lo cual no es un detalle menor cuando el termómetro coquetea con el incendio. En su propuesta, lo esencial: chacinas de calidad, conservas bien seleccionadas, encurtidos gloriosos, algún montadito certero y la tostada justa. Pero donde se luce es en su cariño vinatero, con una selección muy cuidada de generosos, en especial de la vecina Cádiz, que aquí encuentran cuna y copa dignas.

Ya sea en su pequeña pero bien trazada sala o en la terraza amable, lo que se impone es la alegría del reencuentro. Con uno mismo, con el amigo de siempre, o con el parroquiano del lado que, tras un par de cañas heladas, ya parece primo.
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