Historia

Navidad

Amazon rebaja a Auschwitz a un adorno de Navidad

La empresa retira de la venta objetos navideños decorados con imágenes del campo de concentración

Uno de los adornos de Navidad con el estampado del campo de concentración que se vendía en Amazon
Uno de los adornos de Navidad con el estampado del campo de concentración que se vendía en Amazon larazon

Después de tanta acusación a los ilustrados, los republicanos, los izquierdismos varios de erosionar la fe y la «autoritas» cristiana, resulta que el gran desacralizador de la sociedad ha sido el mercado, lo único realmente ubicuo, omnipresente y omnisciente que nos queda. Aquí hubo un tiempo en que hasta los socialistas comulgaban en misa y ayudaban a colocar el Belén, pero desde que los abetos y las luces de Navidad se han convertido en un producto de las grandes superficies, el 25 de diciembre y sus fechas aledañas han derivado en un festín de endeudamientos para vestir la mesa con angulas, champán, turrones, nécoras, paletillas de cordero y otras gastronomías coyunturales. El consumo ha reducido la Navidad a una orgía de gulas, apresuramientos y compras encubiertos bajo el pretexto de reunir familia y el regreso a casa del hijo de turno, porque aquí la publicidad del polvorón y la lotería ha ido imponiendo lentamente su ideología sentimentaloide a los valores que se supone deben exaltarse en estos días, y que, por cierto, ya no le importan a nadie (hoy, la cerillera de Andersen se seguiría muriendo de frío, como en el cuento, si no la salva algún vídeo viral). El mundo se ha convertido en un gran zoco donde todo está permitido con tal de vender, sin importar qué fronteras éticas se crucen.

Amazon anuncia ahora que va a eliminar los adornos navideños con imágenes de Auschwitz que venían ofreciendo en su escaparate infinito –alguien tendría que explicar a qué genio de Wall Street, o de lo que sea, se le ha ocurrido la idea de estampar fotografías del campo del concentración en abrebotellas, bolitas para el árbol y alfombrillas para el ratón. Y ya de paso que aclaren quién puñetas puede comprar semejante cacharrería–. Pero el tema ahora no es que se retiren, que a muchos ojos les puede parecer una lección de grandeza y hasta de honestidad, sino que, sin atender a ninguna consideración, se han intentado despachar semejantes adornos al personal, y si cuelan y nadie se da cuenta, pues mira, más pasta para la faltriquera.

Esto no habla solo de lo que el mal turismo está haciendo con la memoria de Auschwitz, que también, sino de todo un tipo de educación donde nada está bien ni mal y en la que no existen ningún límite, que es la pedagogía que aventa el mercado, que no se detiene delante de ninguna barrera. Pero claro, el mercado son las empresas, no ninguna abstracción o entelequia, sino algo muy concreto y, por supuesto, dentro de ellas hay responsables, jefazos, encargados de seleccionar y decidir qué ponen en el escaparate, sea digital o no. Y aquí ha habido una banda a la que le ha importado poco o nada la sensibilidad y la historia, y han permitido que esta clase objetos se comercialicen, que en total, aquí de lo que se trata es del beneficio, de sacar dinero de la manera que sea. Y en eso estamos, desacralizando hasta la muerte por sacar cuatro cochinos duros.