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Ignacio Pérez Franco pronuncia un pregón clásico en clave baratillera
SEVILLA- El cuerpo no acompañaba para casi nada. El Domingo de Pasión se coló en una mañana encapotada de nubes más de invierno que de primavera y con las manos ocupadas entre la elección del voto y la taza de café. El año de las elecciones andaluzas y del cambio de hora. Éstas se convertirán en las anécdotas que acompañarán para la historia el pregón que ayer pronunció el ex hermano mayor del Baratillo Ignacio Pérez Franco. También fue el primero para el nuevo Gobierno municipal de Zoido.
Gregorio Serrano, mitad cofrade y mitad político, al ser delegado de Fiestas Mayores se encargó de presentar al pregonero. El sustituto de Rosamar Prieto-Castro abrió con un modelo de texto más largo de lo que está acostumbrado a escuchar el público del teatro y el propio presentado. No fueron unas líneas de trámite y Serrano se gustó en unas cuantas cuartillas donde, como en un minipregón, agradeció al alcalde que contara con él como responsable político de la celebración de los fastos de la ciudad, a la vez que demostraba su amor por todo lo que huela a incienso, tenga tacto de terciopelo y suene a cornetas y tambores: «Hoy, Domingo de Pasión, acudimos aquí con la misma fidelidad con la que vamos a esa calle a buscar a los nazarenos de esa cofradía que nos marca el paso del tiempo», dijo.
El trámite ya estaba cumplido tras los sones finales de «Amarguras» y el pregonero se lanzó al atril tras persignarse. Varios años en las quinielas, rumores, tertulias y ternas. Llegaba su momento. Pérez Franco se enfrentaba a un momento para el que se había preparado a conciencia. Y lo hizo. Fueron más de dos horas de pregón por el que pasó la mayoría de las hermandades en un texto estructurado en cinco partes que terminaban en el regazo de la Piedad del Baratillo. «Poder descansar por siempre/y nada que me separe/ de tu mirada, Piedad/ y entre tus brazos quedarme». Hasta llegar a ese punto, pasaron páginas cargadas de descripciones de la ciudad y de la forma de entender una Semana Santa vivida desde la infancia en el Arenal. Comenzó con unos versos a modo de introito que recordaron el arranque del pregón de Antonio García Barbeito. No fue la única semejanza, voluntaria o subconscientemente se colaron varios versos y líneas muy similares a otros de Rodríguez Buzón, Caro Romero o Rubio.
A la salida del acto, el propio Caro Romero reconoció su «la vida son siete días» como un «préstamo literario» habitual. Versos y prosas para una cita con los cofrades a los que les recordó su papel, en especial el de los jóvenes, en el seno de la Iglesia dentro de un tiempo de crisis. «Hoy más que nunca, la hermandad tiene que ser, para los jóvenes, miles de los cuáles vestirán túnica nazarena, dalmática o costal dentro de una semana, un hogar en el que, desde la firmeza en la fe, sea semilla de esperanza y ello se traduzca en frutos abundantes de caridad». A medida que pasaban los minutos, la atención y la emoción del público asistente fluctuaba desde momentos de aplausos cerrados hasta ciertos desiertos de emoción donde la emoción se perdía frente a largos párrafos descriptivos y plagados de lugares comunes de la denominada literatura cofradiera: «La botadura de un galeón que desciende por la rampa del Salvador, astilleros de los sueños, para navegar por el mar de la ciudad» o «hallazgos inéditos» como «perfil de loza trianera» o «nazareno de la zancada poderosa» para referirse al Gran Poder. En medio de esa tónica se alternaban el verso y la prosa a medida que pasaban los minutos.
Aunque Pérez Franco adelantó hace unos días que podría haber escrito tres pregones, los más de setenta folios que se entregaron a la prensa llegaron a las tres menos cuarto de la tarde. Una marca similar a la del pregón de Enrique Henares, que tuvo una extensión similar. El propio pregonero reconoció en los minutos posteriores que se había dado cuenta de que iba un poco retrasado. Arropado por sus familiares, se mostraba «satisfecho con una experiencia muy intensa» transmitida en varios pasajes de gran emoción cofradiera como los dedicados al Cristo de la Buena Muerte o a la Esperanza Macarena. «De Cebrián o Morales/ De Gámez Laserna o Braña/ quien con notas repujara/ cincelando un pentagrama/ una corona de amor/ una ráfaga de gracia/ que nadie al oírla evita/ que salte de gozo el alma».
La vivencia, su hermandad del Baratillo y el amor por el resto de las hermandades fueron contados por un pregonero que reconoció cómo sus padres fueron los que le inculcaron esos sentimientos cofrades. Ambos se mostraron muy emocionados al término del acto. Tanto su padre como su madre aseguraron que sabían perfectamente qué es lo que iba a decir y de qué manera. «No me ha defraudado ni como hijo ni como cofrade. Nada de nada», acertaba a decir su progenitor.
En el mismo tono se mostraba el alcalde, que manifestó que se trató de un pregón «muy sevillano, que ha combinado bien la defensa de la fe con un recorrido por toda la Semana Santa». En cuanto al tiempo, reconoció que sí había sido largo pero que «a nadie de los que estábamos dentro se le ha hecho pesado». Pese a ello, algunas personas, cuando pasaron las dos y media de la tarde, abandonaron el Maestranza.
También elogió el pregón su predecesor ante en el cargo. Fernando Cano Romero reconoció que se sintió «entusiasmado con un interesante pregón donde se defendieron desde el primer momento los principios de la fe católica, apostólica y romana». Así, puso de manifiesto que salió del teatro con «una gran satisfacción ante un pregón de una exquisita factura literaria».
El último pregonero del mandato de Adolfo Arenas
Con el pregón de ayer, se cierra el ciclo de los cuatro pregoneros del mandato de Adolfo Arenas Castillo. En todo este tiempo, ha habido pregones para todos los gustos desde que Enrique Henares abriera el ciclo con un texto de marcado carácter popular en el que el mundo de los costaleros tuvo una enorme presencia. Le siguió Antonio García Barbeito, que llegó al Maestranza con una enorme polémica de fondo y que dejó en todos los asistentes un pregón cargado de bellos pasajes intimistas de una creencia en algunos casos incluso alejada de lo habitual en la Semana Santa. No dejó a nadie indiferente y para muchos pasará a la historia como una de las mejores reflexiones que se recuerdan. El pasado año le tocó el turno al veterano cofrade Fernando Cano Romero, quien devolvió al público los aires de un pregón de otro tiempo pero sin alejarse del siglo XXI, ya que tuvo una importante crítica social y moral en algunas de sus partes.
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