Cataluña
Urkullu bajo la presión del «efecto Mas»
Tendrá que decidir si mantiene su alianza con Cataluña para romper España
BILBAO- Con su ambigüedad calculada, Íñigo Urkullu recuperó ayer Ajuria Enea para su partido. Además del voto incondicional del PNV, su discurso electoral centrado en la gestión sumó alguno de quienes, no siendo nacionalistas, pretendieron frenar el triunfo electoral de EH Bildu, y el anuncio de su pacto con Mas retuvo a otros tentados de apoyar las propuestas nacionalistas más radicales de los proetarras. De esta forma, Urkullu consiguió 27 escaños, dos más del tercio de parlamentarios de la Cámara vasca, y se distanció, en mayor medida de lo estimado por las encuestas, de EH Bildu, a pesar de que los 21 escaños de los proetarras suponen un respaldo electoral muy importante y marcarán la política del Gobierno del PNV. Tras conocer los resultados, Urkullu se presentó en el atrio de la Sabin Etxea ante una militancia exultante, que le recibió con gritos de «independencia». Sus primeras palabras fueron para asegurar que su prioridad serás atajar la crisis, aunque también sacará tiempo para acordar «un nuevo estatus compartido», dijo, «evitando procesos de recentralización y reformas unilaterales».
El reto que se le presenta ahora a Urkullu es gobernar con 27 de 75 parlamentarios. Tendrá que hacer encaje de bolillos para pactar con el PP las políticas de recortes y de contención del gasto público que ha anunciado en la campaña electoral y con EH Bildu su propuesta de Nuevo Estatuto Político que el todavía presidente del PNV tiene previsto que apruebe el Parlamento vasco en 2015. Con el PSE podría negociar un pacto de legislatura, pero la primera opción del PNV es un Gobierno en minoría con grandes acuerdos, en principio, con todos los partidos, sobre medidas para combatir la crisis, sobre la gestión del final de ETA –con la disolución de la banda terrorista y la entrega de las armas como temas pendientes– y sobre la elaboración de un nuevo marco jurídico para el País Vasco, que Urkullu pretende conseguir por la vía del acuerdo con otros partidos, lo que supone que no sólo lo apruebe el Parlamento vasco, que ya votó en su día a favor del plan Ibarretxe, sino que sea aceptado por las Cortes Generales. Quimera o no, ése es su objetivo, el mismo que el del último lendakari del PNV, aunque en su caso con acción coordinada con el nacionalismo catalán. Lo primero que va a hacer Urkullu es realizar una auditoría externa de la acción de gobierno de Patxi López, según ha anunciado en varias ocasiones en la campaña electoral, en la que ha vendido la imagen de un PNV buen gestor de los recursos públicos, frente a los dispendios de los socialistas. Esa imagen ha impedido que el PSE obtuviera rédito electoral de su ofensiva contra los recortes del Gobierno de Mariano Rajoy. De nada le ha valido a Patxi López mantener el gasto público de los medicamentos, sin aportación de los ciudadanos. Urkullu ahora se sumará, sin duda, a los recortes del gasto público del ejecutivo español. Será un Gobierno de realismo económico, con mayor control sobre los beneficiarios de las políticas sociales.
El PNV vuelve a Ajuria Enea, donde estuvo instalado durante 30 años, hasta que en 2009 el PSE, a pesar de no haber ganado las elecciones, les desplazó gracias al respaldo del PP, que posibilitó la alternancia en el poder sin contraprestaciones partidarias. El partido asumió ayer esta vuelta con la naturalidad de un resultado esperado y sin euforias. Urkullu ya explicó en campaña electoral que se avecinan años duros. Aunque tuvo que salir de Ajuria Enea, el PNV no perdió en 2009 las elecciones vascas, que ha ganado siempre desde 1980, excepto en 1986, año en el que los socialistas les superaron en dos escaños. Entonces el PSE aceptó formar parte de un Gobierno de coalición con lendakari del PNV. Con la llegada de Urkullu a Ajuria Enea se abre además otro frente político: su sustitución como presidente del PNV. No hay ninguna posibilidad de que el PNV cambie sus estatutos, así que Urkullu renunciará a la presidencia del EBB para convertirse en lendakari.
PERFIL por Martín Prieto
El soldado disciplinado
De un pueblo vizcaíno, 51 años, casado con una funcionaria de la Seguridad Vasca, tres hijos, Iñigo Urkullu Rentería será presumiblemente el próximo lendakari, solo o en compañía de un partido abominable como Bildu, de quién será rehén. Urkullu no es un Caballerito de Azcoitia de una sociedad lustrada de amigos del país sino un disciplinado soldado del Partido Nacionalista Vasco, el PNV como no podía ser de otra manera, llegando desde las bases sabinianas a la Presidencia por unanimidad de Euskadi Buru Baztar, donde se fabrica el RH de los habitantes del «Vaticanito en el Cantábrico», como se chanceaba el histórico socialista Indalecio Prieto, que precisamente era de Bilbao. Urkullu es maestro de escuela y se decantó por la especialidad de Filología Vasca, con lo que tendrá que padecer los carísimos sudores de Patxi López por intentar aprender euskera entre despecho y despacho sin haberlo conseguido nunca; hizo un «master» en la Universidad de Deusto haciéndose experto en la administración del ocio. Ignoraba que en las universidades vascas se impartiera el arte de rascarse olímpicamente el onfalo, pero cada día te trae un nuevo afán. Acaso por su condición de maestro en ociosidades vascas, ostente ese aire tranquilo de quien no le grita al perro, si lo tiene, y tampoco alza la voz en un Aberri Eguna. Quienes le rodean aseguran que es muy tímido y nada proclive a los enfrentamientos; precisamente llegó a la cúpula del EBB por ser un transversal siempre dado al consenso. Después de Josu Jon Imaz, un ejecutivo químico a quien le interesan más los polímeros del petróleo que la República Vasca, y de Juan José Ibarretxe, enredado en los círculos institucionales de Puerto Rico por ver si aquí cabe el Estado asociado y sufragado por la metrópoli, Urkullu deberá poner a prueba su acreditada pachorra con su propio partido y con ETA cobijada en Bildu. Es tradición peneuvista que quién lidera el PNV no sea lendakari, lo que le obligaría a dejar a otro la Presidencia de Euskadi Buru Batzar, que mantiene dos almas: la independentista y la del pacto-chantajista dentro de España. También las tuvo el fundador, Sabino Arana, que recibió el racismo «vaskista» en una revelación, como Mahoma, hasta ahora el último profeta, pero que en víspera de su tránsito final abjuró de todo lo escrito y predicado, abrazando un españolismo de pandereta. En «Sabin-Etxea» se guarda bajo siete sellos la obra completa de Sabino Arana, difícil de adquirir en ninguna librería del planeta. Dada tan ríspida la situación nacional no hará falta que a Iñigo Urkullu le saquen de su aparente estolidez los irreductibles de Bildu y sus propios conmilitones más aguerridos. Haber resucitado el eje Barcelona-Bilbao hace temer que este maestro acabe como Artur Mas y sus acólitos que separan la legalidad democrática de la jurídica, que es lo mismo que enfrentar los aviones a la Teoría de Kuta Jukowsky que les permite volar. Pese a ETA, es Cataluña la que siempre ha tirado de Euskadi, donde nunca se proclamó la República Federativa. La independencia catalana es el tósigo que envenena los sueños vascos. «La Mary», una bruja vasca doméstica y enredadora, le ha entrado por la ventana a Iñigo Urkullu, para que distraiga sus ocios en los que es un experto.
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