Nueva York
La lengua de los besos
El beso que un marinero de identidad desconocida dio a una enfermera el 14 de agosto de 1945 en Times Square de Nueva York simbolizó el final de la Segunda Guerra Mundial. Era un estado de ánimo al que sólo había que ponerle «swing». Luego, ese beso se repitió cada año y en el mismo lugar hasta que la protagonista empezó a sentir el pudor de los años y dolor en la cintura. Su nombre era Edith Shain y acaba de morir a los 91 años. El autor de la imagen es Alfred Eisenstaedt, al que se acusó de que la fotografía era «falsa» porque estuvo preparada, incluso retocada. Otro beso célebre fue el captado por el fotógrafo francés Robert Doisneau en la puerta del ayuntamiento de París en 1950. Un pareja se besa con urgencia y sin dejar de andar, pero también se descubrió que tenía truco y que los enamorados eran unos estudiantes de arte dramático. A la fotografía se le empezaba a exigir que contara la verdad, y no sólo parecer la verdad. Era un arte moderno que ya no tenía que ver con el beso de Rodin o con el de Klimt, tan falsos y tan ciertos a la vez como los que le dio Cary Grant a Ingrid Bergman. Pero el caso es que el beso de aquella enfermera doblada por el marinero vino a decir que había que enterrar a los muertos y poner la música alta. Ellos habían ganado. Pero, ¿dónde están los besos de la maldita Guerra Civil española? No los hubo. No había nada que celebrar.
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