Valencia

«Vivo y respiro con dos pulmones trasplantados»

«Vivo y respiro con dos pulmones trasplantados»
«Vivo y respiro con dos pulmones trasplantados»larazon

Echaba de menos tomar esa bocanada de aire que hace a uno sentirse vivo. A este gipuzcoano de cuna un enfisema pulmonar le privó de lo que para él llegó a ser un privilegio: Respirar. Hace dos años y tres meses que le trasplantaron los dos pulmones y a sus 50 años ha pedaleado 240 km para recordar al mundo, y a sí mismo, lo bien que sienta «un respiro».
-¿Cómo sobrevino el enfisema?
-Empecé con 14 años a trabajar como chapista y estaba en contacto con un ambiente muy contaminado, unas 10 horas diarias. Además, fumaba desde esa edad un paquete al día. El tabaco fue un ingrediente fundamental. Se puede decir que he sido partícipe del deterioro.
-Y la enfermedad siguió su curso...
-Sí, y me fui a Fortuna (Murcia) a vivir porque, aunque no mejoraba, sí lo hacían las sensaciones. Y es que llegó un punto en que no podía subir las escaleras.
-¿Cuándo surge la determinación de someterme al trasplante de los dos pulmones?
-Con 35 años me dijeron que debería ser trasplantado de los dos pulmones. Entonces fui a Madrid, al Hospital Puerta de Hierro, me hicieron pruebas y me eché atrás. Me dijeron que me sacarían el corazón, las tripas y todo, las dejarían en la mesa y trasplantarían los pulmones. Después, lo «recolocarían» todo. El miedo no me dejó tomar la decisión.
-El miedo... ¿Y pensar en la familia?
-También. Estaban mis hijas, Iraia y Jone, que tenían unos ocho años cuando todo empezó y en los momentos más duros unos 17 o 18. Ellas eran lo más importante y también temía por ellas.
-Pero la dirección de vida cambió...
-Sí. Hace cinco años me lo replanteé, porque no podía siquiera ir de la cama al baño. Era muy fuerte, estaba como una vela a punto de apagarse, sin apenas cera. Y como a peor no podía ir, decidí hacer los trámites del trasplante.
-¿Cómo se encuentra ahora?
-Fenomenal, hecho un toro. Muscularmente me cuesta algo más, porque la medicación también afecta.
-¿Cuánto tiempo «estuvo en lista»?
-Unos seis meses. Me llamaron por la tarde, me duché, me afeité y me fui a Valencia. De camino fui llamando a los familiares. No era consciente de cómo funcionaba la cosa y cuando me quise dar cuenta ya estaba en quirófano. Mi actitud fue determinante para entrar en la lista, porque no iba a aguantar físicamente la operación en mi estado.
-Y al despertar, ¿cómo le sentó ese «cambio de aires»?
-A los dos días el médico me dijo que si me veía preparado, que yo mismo me quitara el tubo que me permitía respirar de forma mecánica. La primera bocanada de aire fue como respirar la vida entera en un suspiro.
-¿Qué tipo de rehabilitación ha tenido que llevar?
-Sobre todo bicicleta, en un 60 por ciento. Ha sido fundamental.
-Con ella pedaleó para concienciar sobre la importancia de la donación: 240 kilómetros con salida del Hospital La Fe de Valencia hasta Murcia. Eso es mucho. ¿Entrenó duro para superar el reto?
-Sí. Los entrenamientos de carga eran agotadores, pero la adrenalina en la carrera hizo que no me cansara. Estuve tres meses preparándome, cinco o seis días a la semana.
-Pero en el kilómetro 210 tuvo un percance. ¿Cómo se encuentra?
-Pillé un bache cuesta abajo y caí. Salí disparado. Tuve una fractura craneal, de mandíbula y algunas magulladuras. Aunque ya estoy casi recuperado.
-Y la bici sigue con usted.
-Sí. De hecho me han invitado a los campeonatos mundiales de trasplantados que celebrarán en junio. Tal vez vaya.
-Además de concienciado, es usted muy ecológico...
-La bicicleta es un medio de trasporte saludable, ecológico, rehabilitador y un medio de prevención de muchas enfermedades.
-Antes debe terminar los kilómetros que le faltan.
-¡Eso me dicen! Tal vez en diciembre lo haga, para poder llegar a la catedral. La verdad es que estoy muy satisfecho con los resultados, con la concienciación de la gente en lo que se refiere a la donación de órganos. Sonia Gallego es la coordinadora de todo este «follón». Yo soy las piernas y ella la cabeza.
-¿Cree que la falta de donantes se debe al miedo o es más bien una cuestión cultural?
-Entiendo que haya quien se eche atrás, pero es una labor importante. Por ley todos somos donantes. Pero al final siempre hay trabas. Se debe facilitar a quien quiere ser donante la posibilidad de dejarlo hecho en vida, que quede claro que es su deseo cuando muera, y que la familia no tenga que pasar por el mal trago. Este aspecto está todavía muy enredado.
-¿Cuál es su siguiente reto?
-Ahora mismo me dedico al trabajo social y me estoy formando como terapeuta.