Irán

La victoria pasa por la sanidad por César Vidal

La Razón
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Al iniciarse la campaña, Obama partía con una diferencia de compromisarios que le hubiera permitido alzarse con un segundo mandato de manera relativamente fácil. Hoy, con un empate virtual entre los candidatos, ambos partidos parecen haber decidido convertir el Medicare, un plan que cubre la sanidad de 49 millones de americanos, en su mayoría de la tercera edad, en el punto de la campaña que permite obtener una victoria. Los demócratas pintan un negro futuro en caso de que Romney llegue a la Casa Blanca. En uno de los anuncios que pueden verse a todas horas se afirma que el republicano va a sustituir «los beneficios garantizados por un sistema de vales» y que «la gente de la tercera edad podría pagar 6.000 dólares más al año». Ciertamente, la perspectiva es aterradora y no sólo por el pago adicional, sino porque la medicina en EE UU ya es sobrecogedoramente cara. Los republicanos, por su parte, recuerdan a los ciudadanos que durante años han estado pagando el Medicare y que ahora Obama ha recortado el presupuesto en 716.000 millones de dólares con la intención de pagar así el denominado «Obamacare». Los demócratas, por el contrario, mantendrían los beneficios actuales del Medicare y procurarían que fuera viable para la próxima generación. No hay que ser especialmente avispado para darse cuenta del sector de los ciudadanos al que se dirige cada uno de los dos partidos. Los demócratas buscan el voto de aquellas personas de más de 55 años que pueden afrontar en las últimas décadas de su vida un encadenamiento de facturas médicas que les obliguen a vender la vivienda (literalmente) para poderlas pagar. El mensaje es que se verán libres de esa posibilidad si votan por un candidato que se preocupa por ellos. Los republicanos insisten en que el sistema está condenado y que van a salvar lo que puedan. Ryan puede insistir en que es una solución excelente, pero la realidad es que condena a la gente que ahora tiene menos de 55 años a un futuro en el que puede llegar a pagar cuentas sanitarias astronómicas en el momento en que superen el valor anual asignado a los vales.
A este panorama hay que añadir otras circunstancias de no pequeña relevancia. La primera es que, a día de hoy, el Medicare no puede aguantar más de una década. La segunda es que la lucha contra el déficit es imperativa y explica el recorte realizado por Obama, por cierto, con respaldo republicano. Entramos así en un terreno espinoso que apenas nadie ha rozado en la campaña salvo Obama e incluso, en su caso, de manera muy suavemente indirecta. Se trata del gasto militar. En estos momentos, las guerras en el exterior le están costando a EE UU un billón de dólares al año. La salida de ellas y la reducción de algunas discutibles partidas del gasto militar podrían permitir una rebaja del déficit y, a la vez, mantener estructuras como la del Medicare y el Medicaid, que, por cierto, el actual presidente desea ampliar. Sin embargo, todo indica que puede haber otra intervención de envergadura –esta vez contra Irán– y que, por añadidura, Romney desea aumentar el gasto militar. El cómo se podrá reducir el déficit y mantener la sanidad en ese contexto constituye un verdadero enigma. Lo curioso es que ambos partidos están convencidos de que el Medicare los ayudará a ganar las elecciones. Los republicanos porque piensan que los recortes de Obama han dañado su imagen y los demócratas porque no dudan de que lo que pretenden Romney y Ryan es claramente impopular.
Así, con temas como el desempleo, el déficit, Irán o el ataque a la embajada en Libia, lo que incline finalmente el fiel de la balanza en una u otra dirección puede ser el futuro de la sanidad.

 

César Vidal
Enviado especial a las elecciones de Estados Unidos