Crisis del PSOE
Congreso de refundación
El PSOE puede escribir hoy el primer capítulo relevante de su futuro en el Comité Federal del partido que convocará un congreso ordinario para febrero. Tras el desmoronamiento electoral en las generales del 20-N, esta cita es probablemente la más importante a nivel orgánico de los últimos siete años. Servirá para calibrar las preferencias de los barones en la sucesión de Rodríguez Zapatero en la Secretaría General y también para evaluar las aspiraciones de los futuros candidatos e incluso la oportunidad para que alguno de ellos dé ya el paso al frente que se aguarda. Pérez Rubalcaba y Carme Chacón aparecen en todas las quinielas como futuros aspirantes y en el partido se da por seguro que optarán al liderazgo, si bien no es descartable una tercera vía, que ayer mismo fue valorada por el extremeño Fernández Vara.
Más allá de los nombres, y aunque el desenlace final de la crisis socialista compete por encima de todo a la organización, para España también resultará importante que el PSOE sea capaz de aprender de los errores y de salir de la travesía del desierto que le espera como un partido potente, bien organizado y cohesionado. La democracia representativa y el sistema de partidos necesitan organizaciones responsables, sólidas y centradas que marquen y den estabilidad a la política nacional, con proyectos moderados que huyan del extremismo. Esas directrices fueron precisamente las que el PSOE abandonó en estas dos últimas legislaturas y por lo que fue tan severamente castigado en las urnas.
El interrogante reside en saber si el aparato del partido ha entendido el mensaje de los españoles o si insistirá en hacer oídos sordos. Existe una opción creciente de que los responsables de la peor derrota del PSOE, de la pérdida de cuatro millones de votos, pretendan no apartarse ni asumir responsabilidades y presentarse como el futuro del partido en el cónclave de febrero. Algunas declaraciones públicas de dirigentes y barones y ciertos movimientos entre bambalinas apuntan en esa dirección que otra parte del partido interpreta como un portazo a la renovación e incluso al electorado y la militancia socialistas. Ese futurible se escapa de la lógica política. La retirada de Blanco, aunque con connotaciones muy particulares, es un aviso a navegantes.
Quienes pretendan en el PSOE pasar de puntillas por un resultado como el del 20-N, con el convencimiento de que regresarán al poder en cuatro años a lomos de la crisis que se llevará por delante al PP, se equivocan en el diagnóstico y en la estrategia. El desastre socialista no se explica sólo por la recesión, sino por el desgobierno de un partido anclado en un pasado de sectarismo, imposición ideológica y revancha, y sin proyecto nacional. Los socialistas necesitan una refundación, emprender la senda de la socialdemocracia europea y entrar de una vez en el siglo XXI.
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