Estreno

Al vampiro se le cae el pelo

Pattinson no convence en «Bel Ami», nueva adaptación de la obra de Maupassant

Al vampiro se le cae el pelo
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Lo que haya visto en Robert Pattinson un genio del teatro como Declan Donnellan es un misterio. El vampiro de la saga «Crepúsculo», que parece decidido a morder otros cuellos menos rentables, se esfuerza en aparentar que lo suyo es la interpretación seria en «Bel Ami», nueva adaptación de la novela de Guy de Maupassant que ayer se proyectaba fuera de concurso en la Berlinale. En la calle, las adolescentes estaban dispuestas a soportar viento y hielo para gritar lo mucho que le quieren. Ya veremos si le seguirán dirigiendo la palabra cuando le vean en el «Cosmópolis», de Cronenberg, que suena como uno de los títulos fuertes del próximo Cannes.

Bel, en un «reality»
«Si Bel Ami viviera en el siglo XXI, sería el protagonista de un "reality". Alguien fascinado por ganar dinero y forjarse una reputación sin hacer nada», explicó un desganado Pattinson. «Es muy sensible, pero tan egoísta, muestra semejante falta de empatía que su sensibilidad pasa a un segundo término. Piensa que ha nacido para ser rico, desprecia la pobreza». Para que se hagan una idea de qué tipo de arribista es Bel Ami sólo tienen que imaginar a George Sanders en la versión de 1943, dirigida por Albert Lewin: es un ser oscuramente ambiguo que irradia la misma proporción de feromonas que de ondas radiactivas. Por desgracia, a Pattinson le falta comer unas cuantas sopas: la complejidad del personaje se le escapa entre los dedos. No es el único al que Bel Ami le va grande. Parece mentira que Donnellan, fundador del grupo Cheek by Jowl y uno de los directores teatrales más prestigiosos de Europa, haya realizado una película tan plana. Su intención es parecida a la de sus montajes de Shakespeare: hacer una lectura contemporánea de un clásico. «La novela trata de un gobierno corrupto, sostenido por un periódico corrupto, que invade un país árabe asegurando que lo hace por su propio bien», explica Donnellan. «Si les parece que no es actual...».

Sí, lo es, pero ¿por qué el filme es tan antiguo, tan acartonado, si los temas que plantea son plenamente modernos? Otro misterio por resolver mientras Robert Pattinson, rapado al uno, piensa en los autógrafos que tendrá que firmar en la alfombra roja.


¿Qué apostamos...?
Mike Leigh es de aquellos presidentes del jurado que tienen pinta de imponer su criterio. Lo suyo es la sociopolítica doméstica, y en la sección oficial tiene donde escoger. La pena es que la mejor cinta a competición, «Tabú», de Miguel Gomes, no cumple con los requisitos que, suponemos, exige. Es un melodrama desaforado que experimenta con las formas del cine primitivo como quien hace malabares con dinamita: arriesgándose a que le exploten en la cara. Otras destacan como candidatas más probables en una edición de un nivel medio bastante aceptable. «Sister», de Ursula Meier, «Just the Wind», de Bence Fliegauf, «Cesare debe moriré», de los Taviani, y «Barbara», de Christian Petzold, esperan turno para el Oso de Oro.