Cataluña

El bosque

La Razón
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Cataluña no encaja en una Constitución restrictiva, decía Artur Mas en este diario el pasado domingo. Ésta es la primera declinación de su nuevo lenguaje independentista. La segunda: derecho a decidir. Un ambiguo Plan Ibarretxe de nuevo cuño que atiza la ruptura con España. Tercera, concierto económico, petición sustentada sobre el déficit inversor. Cierto es el retraso, pero no lo es menos, que se está recuperando tiempo perdido. CiU se empecina en negarlo. Se refugia en la máxima estalinista de «si la realidad no concuerda con la teoría, peor para la realidad». Cuarta, España no nos quiere. Recorta el Estatut. La afrenta debe tener respuesta. Conclusión: hay que irse y favorecer que nos echen.
En Madrid, con una pugna PP-PSOE, las cosas se ven de otra manera. No se creen este volantazo de Mas que entierra la CiU de Pujol, que abandona la gobernabilidad de España y se refugia en una épica –coreada desde medios públicos y privados– que dibuja una Cataluña en la que todos seremos felices, tendremos dinero a espuertas y hasta, si me apuran, mearemos colonia.
Rajoy espera que las catalanas sean el principio del fin socialista. Ahora, esconde que él tiró la piedra de un recurso sobre el Estatut que alimenta el victimismo nacionalista. Zapatero pone palos en las ruedas a Montilla. Sabe que es el único –el PP, guste o no, pinta poco– que puede parar la loca carrera independentista, pero prefiere mirar a otro lado aunque los díscolos del PSC puedan quedar noqueados. PP y PSOE necesitan de los votos de CiU. Ninguno parece darse cuenta que en Cataluña pueden ganar los que quieren romper con España. Cuando vean el bosque, puede ser demasiado tarde.