Nueva York

Polanski el buen salvaje

Escribió el guión mientras permanecía bajo arresto domiciliario. Una pelea entre niños sirve de excusa al cineasta para reunir a un gran elenco de actores en «Un dios salvaje». Y pulsar sus miedos.

Enjaulados. La acción de esta cinta, que reúne un reparto estelar (en la imagen, Kate Winslet), transcurre prácticamente dentro de un salón
Enjaulados. La acción de esta cinta, que reúne un reparto estelar (en la imagen, Kate Winslet), transcurre prácticamente dentro de un salónlarazon

Por el sudor los conocerán. En una sala exterior del Hotel Excelsior veneciano cubierta pero bajo el sol, los dos protagonistas masculinos de «Un dios salvaje» reaccionan ante un calor sofocante de modos diametralmente opuestos. John C. Reilly suda mucho, quizá porque la resaca de la fiesta de la noche anterior le obliga a liberar toxinas. Por el contrario, Christoph Waltz aparece impecable, como si fuera inmune a las altas temperaturas del verano italiano. La lacónica simpatía del primero se combina con la cínica frialdad del segundo, que no duda en negarse a contestar preguntas o en enfadarse con los periodistas cuando éstas le parecen demasiado obvias. Coinciden en su felicidad por haber trabajado con Polanski, aunque desearían tenerlo a su lado en la promoción de una comedia concisa y sulfúrica que el público disfruta de cabo a rabo.

-Polanski tiene fama de tirano. Le gusta interpretar a todos los personajes ante los actores y es muy preciso en sus indicaciones. ¿Tenían los nervios de punta antes de encontrarse con el mariscal Polanski?
-Christoph Waltz: ¿Hay algo de malo en estar nervioso antes de empezar a rodar con Polanski? Todos somos profesionales, sabemos lo que nos exige nuestro trabajo, tenemos nuestros trucos… A la semana de ensayar con Roman, había conseguido que los tics, las estratagemas de viejos zorros, desaparecieran.
-John Reilly: La ensayamos y rodamos en orden cronológico, como una obra de teatro. Roman es un obseso del control; no hubo margen alguno para la improvisación, pero se mostró muy receptivo a todo lo que podíamos aportar a nuestro personaje. Es un hombre con un gran sentido del humor.
-C.W.: Hay dos clases de directores. Los que intentan meterte en la psicología del personaje con todo tipo de estratagemas –conocí a uno que incluso hacía meditación con sus actores y buscaba sus chacras–y los que, como Roman, son pragmáticos. «Aquí está la escena, éstas son tus líneas de diálogo, vamos a hacerlo». Y todo lo que tú puedas aportar al personaje proviene de esa simplicidad. Lo que conocemos como el Método revolucionó el mundo de la interpretación en los cuarenta y los cincuenta, pero ahora está superado, pasado de moda.

-Cuatro personajes siempre en escena, acción en tiempo real… ¿Qué tipo de colaboración exige la filmación de una obra como la de Reza?
-C.W.: Roman nos citó a los cuatro en un estudio de París dos semanas antes del rodaje, durante las que estuvimos ensayando. Su intención era resolver todo el trabajo de interpretación antes de filmar, porque en el plató sólo quería dedicarse a la puesta en escena. Pero creo que también quería saber si nos íbamos a llevar bien, si iba a ser un rodaje fácil. Y lo fue: desde el primer día, y a pesar de no haber trabajado nunca juntos, hubo complicidad. El miedo que nos despertaba Roman nos unió. Él estaba alucinado; nos dijo que nunca había dirigido a un grupo de actores menos competitivo.

-La obra de Yasmina Reza funciona a un nivel muy visceral, parece que todo tipo de público puede identificarse con ella.
-J.C.R.: Creo que el texto mide la diferencia entre los valores que se autoimponen ciertas personas y los obstáculos que la realidad les coloca para que se tropiecen. Mide, en definitiva, la diferencia entre lo que predicamos para quedar bien y lo que somos capaces de hacer en situaciones extremas. Y que levante la mano quien no haya condenado algo en lo que luego ha caído de cuatro patas.
-C.W.: No existen suficientes comedias que reflejen nuestras vidas. Yasmina Reza es la excepción. Las obras de David Hare o Mamet lo hacen, pero se toman demasiado en serio a sí mismas. Y de la ligereza de la comedia puede nacer el peso de la vida.

-Es casi inevitable pensar en el arresto domiciliario de Polanski al ver una película tan claustrofóbica. De hecho, el confinamiento siempre ha sido una constante en su cine. ¿En qué medida creen que «Un dios salvaje» refleja ese aspecto de la vida de Polanski?
-C.W. (Irritado): No creo que la película sea claustrofóbica. Que la acción transcurra en un apartamento es algo que está en la obra, y que no es tan extraño. Y no creo, en absoluto, que eso tenga relación con el arresto de Roman. ¿Ha visto la obra en el escenario? ¿Se ha dado cuenta de que Roman no ha cambiado ni una línea del texto? Los personajes no están encerrados, nadie los fuerza a quedarse en ese apartamento.
 

 

El detalle
SIN RASCACIELOS
Aunque no puede rodar en EE UU (no lo pisa desde 1978), el nuevo filme de Polanski se sitúa en Nueva York. «Llevo arrepentido 33 años. Por supuesto que lo lamento», asegura sobre el abuso sexual a una menor del que se le acusa.