Argentina

Mujeres Cesc y la chequera

La Razón
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L18 Sabio
«Nosotros podemos», decía Obama. «Nosotros sabemos», dice Rubalcaba, el ex atleta, ex Pérez». «Nosotros haremos», promete Rajoy. Mourinho: «De momento, no podemos prometer títulos, sólo trabajo». En eso está, y está contento. La gira ha empezado muy prometedoramente para el «Real Mourinho FP»: con goleada y lucimiento. Hay «piernas para esta aventura», proclama quien, también en los Estados Unidos, es proclamado en los medios como «posiblemente el más sabio entrenador de fútbol del orbe». Orbe y olé.
 
M19 Neymar

Desastre de Argentina con su Messi y de Brasil con su Neymar en la Copa América. ¿Por qué ha fracasado Messi? Leo: «El Barça no es sólo Messi, es Messi y el creativo talento de hombres como Xavi e Iniesta». Guardiola lo dijo una vez: «El Barça no es un solo talento. Es un conjunto de talentos armonizados». Argentina, diría uno, es el fracaso de su Guardiola, o sea, de su seleccionador Batista. En cuanto a Neymar, por algunas características comunes, es comparable a Reyes. Los dos, artistas; los dos, intermitentes; los dos, jugadores ¡oooh! ¿Vale de verdad 45 millones de euros el brasileño? No digo que no ni que sí, lo pregunto.

X20 Mujeres
Cuando Dios creó a la mujer, o sea, a Brigitte Bardot, le dije a mi compañero musulmán: «El grande es Dios». Durante siglos, y nada menos que desde Aristóteles («la mujer es un hombre mal hecho», ¡toma sabio!), la mujer, afortunadamente para el hombre, ha sido considerada animal inferior. Pero la igualdad, la libertad y la fraternidad, con el común denominador del progreso (progreso: he aquí bestia negra del animal hombre), la mujer, «piano, piano», ha ido imponiéndose al hombre en todo, como en los telediarios y en los teleespacios informativos, y finalmente en el deporte. La natación sincronizada, tan bella, tan difícil, tan geométrica y simétrica, vuelve a darnos a los españoles de la desincronizada y asimétrica –políticamente– España alegrías y medallas. Ya tenemos dos o tres bronces, que no los he contado (la aritmética es mi talón de Aquiles, de siempre), gracias a Andrea Fuentes y Ona Carbonell, y el Mundial no ha terminado. Desde que Dios creó a la mujer, yo creo en Dios y en la mujer.

J21 Chequera
Cuando Pepe llegó al Real Madrid mitineó que el Real Madrid era la pasión de su vida. Y yo escribí al día siguiente algo así como que no conviene poner la pasión de la vida de uno ni en el Real Madrid ni en nada, porque el hombre, como dijo quien lo dijera, es una pasión versátil. Pepe, claro, hace unos meses, se quitó la careta de la pasión por el Real Madrid al ponerse lusitanamente flamenco con Florentino y pedirle más contrato y más euros , «que yo, presidente, valgo mucho; que yo, presidente, soy columna corintia en este equipo de eurodóricos, eurojónicos y eurocorintios».
–A mí, del Real Madrid, lo que realmente me ilusiona es la chequera de Florentino Pérez. ¿Que quién me ha dicho eso? Un futbolista de tronío de la todavía España de ZP (es de esperar, dicho sea al paso, que ZP, por el bien de «Espazña» y de los españoles, deje de meternos goles en «orsay» antes de que acabe el año, que los brotes verdes, según cinco millones de parados, y el «diferencial» con Alemania, sólo generan decepción).

V22 Cesc
Así como la pasión de Pepe no era exactamente el Real Madrid, sino más bien la procaz e insolente chequera de FP, miren ustedes por donde una vez más hay que decir que no hay pasión ni norma sin su excepción. Cesc, la excepción. Cuando escribo esto, Cesc tiene dos pasiones: una, divorciarse del Arsenal; la otra, contraer balompédico matrimonio con el que de verdad ha sido y sigue siendo el equipo de su vida. Cesc, un romántico en la globalizada selva del fútbol. El Barça es, sigue siendo, su inolvidada «novia»: ¡increíble! Nunca, pues, dejó de amar «los colores azulgrana» (¿a que esto hoy suena a fachismo prehistórico? No me digan que no). Cesc, aun ganando menos, si puede y le dejan Arsene Wenger y el Arsenal, regresará al «Barcelona de toda su vida». Quizá lo consiga, quizá no. El gesto de Cesc, de todos modos, tiene la admiración de otro romántico: yo.