Navarra
El Madrid se descuelga de la Liga
El Madrid cayó en Pamplona, 1-0, gol de Camuñas. Conclusión: no perdió el título en el Camp Nou; el 5-0 fue el resultado de un partido ante un equipo superior entonces e infinitamente mejor durante lo que va de campeonato.
Lo que el Barcelona despacha con goleadas y dominio abrumador del balón, del encuentro y de la Liga, el cuadro de Mourinho lo complica con actuaciones agónicas, sin brillo y, finalmente, mortales. Los empates con Levante y Mallorca fueron accidentes; el de Almería, un aviso, y la derrota en el Reyno de Navarra, quizá la sentencia.
O el Barça se vuelve loco y le da por perder tres de los próximos 17 choques, al tiempo que el Madrid sufre un cambio radical, o la Liga del duopolio se ha quedado viuda para convertirse en la del monopolio... azulgrana. El triunfo de Osasuna, la victoria más dolorosa de Camacho, oscureció también el debut de Adebayor, absolutamente intrascendente, una cuestión menor frente a un horizonte tragicómico, si es que «Mou» insiste en culpar de los desastres de su equipo a quienes arbitran los partidos del de enfrente.
Cuando el Reyno de Navarra era El Sadar y rendía visita el Madrid de Hugo Sánchez y la Quinta del Buitre, liebres, pollos, zapatos y bolsos de señora surcaban el espacio aéreo osasunista cada vez que Míchel o Martín Vázquez iniciaban un ataque. Había más interrupciones que en «Punto Pelota». Aquel Osasuna tenía, posiblemente, menos fútbol que éste, y este Madrid, mucho menos que aquel. Sin Xabi Alonso, griposo en el banquillo, el talento creativo muere antes de nacer. Sólo el gol de Camuñas renovó la vieja tradición local de cortar el juego cuando la amenaza del empate se cernía sobre los suyos.
Marcelo no viajó a Pamplona aquejado de gripe; Xabi, contagiado de última hora, se cayó de la alineación. Sin él, el Madrid no es el mismo. En la primera parte no fue preciso que el público pamplonés echara mano de antiguas triquiñuelas para interrumpir el juego madridista. Durante la primera media hora Ricardo asistió de oyente al partido. En este tiempo, Corominas, Aranda y Sergio rondaron a Casillas y más de un ¡uy! se oyó en el graderío.
Lass, con amarilla desde el minuto 7 por protestar una mano clarísima suya, y Khedira pueden jugar juntos, pero no saben a qué. Sin Alonso son como el jardín sin flores, un vaya usted a saber. Se enredan, no aclaran, no profundizan y obligan, no sólo a Özil, también a Di María, Cristiano y Benzema a bajar al centro porque el equipo está muy retrasado.
La presión osasunista en la línea media provocó más riesgos en el área de Casillas que en la suya. Fue Aranda (min 33) quien dispuso de la ocasión ideal, la que sueña cualquier delantero para marcar; pero su cabezazo, cuando lo sencillo hubiera sido alojar el balón dentro, salió alto.
El aviso, que no fue el primero pero sí el más alarmante, despertó al Madrid de ese letargo al que Osasuna le había condenado. Fue Di María, hiperactivo ahora por delante de la defensa, quien espabiló a los suyos. Ricardo se ganó el sueldo al desviar un buen disparo de Benzema, y la paga extraordinaria, al adivinar el tiro de Ronaldo y alejarlo con el pie. A Cristiano le faltó amplitud de miras. El francés estaba más allá y más solo que la una. Camacho trató de contrarrestar el despertar madridista con un cambio en la reanudación, el húngaro Vadocz por Soriano, quien, además, estaba amonestado. «Mou» mandó calentar entonces a Adebayor –Benzema, abandonado a su suerte porque no le llegó un balón ni bueno ni malo, se temió lo peor, lo que podría ser su sino de aquí en adelante–, a Xabi Alonso, ya no griposo entero sino medio constipado, y a Kaká. Urgía alterar el signo del partido para no renunciar a la Liga con la segunda vuelta por delante.
El picante de la primera mitad fue el absurdo pique de Pandiani –inadvertido hasta entonces– con Ronaldo. Medió el árbitro y la sangre no llegó al túnel de vestuarios. Anécdota al margen, el público esperaba algo más de los suyos, ocho partidos consecutivos sin ganar, y del ilustre visitante porque, durante 45 minutos, sólo habían ofrecido un encuentro equilibrado y paupérrimo.
En el descanso, Pardeza daba la cara. ¿Qué decir? ¿La vida, la crisis, Al Gore y el cambio climático? Lo que urgía era un cambio radical en el fútbol de su equipo si no pretendía claudicar... Y marcó Camuñas, colofón de la fe osasunista; ganó la espalda a Carvalho, chutó, dio en el palo y entró. El 1-0 era la condena del Madrid.
La losa cayó en el minuto 62, y en el 66 Alonso, Kaká y Adebayor relevaron a Lass, Albiol y Di María. Mourinho jugó la carta de la desesperación e intentó ganar el partido por arriba –los casi dos metros del togolés–, fijando a los defensas rojillos, que no le dejaron. Adebayor debutó el día menos indicado por las excesivas urgencias. Pareció un refuerzo desesperado y vulgar. Como vulgar era su equipo. Ronaldo tiraba desde cualquier sitio, precipitado, como Kaká, éste sin visión ni ritmo. Ni siquiera Alonso fue capaz de organizar la estampida. Ricardo sufrió algo más que al principio, y Casillas vio cómo Vadocz le perdonó dos veces. En el minuto 96 Muñiz pitó el final... ¿de la Liga? Sólo el Barça lo sabe.
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