Sevilla
Unai Emery
L os entrenadores dependen inexorablemente de las victorias. En clubes importantes suele ser el empleado más discutido. En los pequeños, el que ni siquiera puede aguantar una polémica porque sale en cuanto comienzan las protestas en las gradas. Los grandes errores de los entrenadores hay que verlos en la alineación del equipo. Antes que analizar su sistema, conviene analizar el once. Lo primero que debe saber el míster es elegir a los mejores. A quienes desempeñan mejor su papel en cada puesto. A ello hay que añadir la rapidez con que compone el conjunto idóneo.
El entrenador sensato es también quien, durante el partido, se percata de qué piezas ha de mover para que la inferioridad desaparezca. Los cambios definen a los técnicos. Quienes ven con rapidez donde está la ventaja del adversario ordenan los relevos. Esta semana está en la picota Unai Emery, entrenador del Valencia, porque en Sevilla se empecinó en mantener dos delanteros, Soldado y Aduriz, cuando la zona media había perdido por expulsión -made in Iturralde- a Topal. El equipo se quedó sin fuerza en el centro y se vio dominado por el Sevilla.
Antes de la expulsión había equilibrado el juego y hasta había puesto en aprietos a su guardameta. Emery debe ser hombre de grandes dudas porque no consigue que los socios del Valencia no sepan cuál es su once más o menos ideal. Ni siquiera ha definido la defensa. Su obsesión por las rotaciones es perniciosa. Pierde peso.
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