Historia

Irak

El infierno perdura en la memoria

Por encima de las conjeturas y las lagunas del sumario, permanece la conmoción por los atentados del 11-M

El infierno perdura en la memoria
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Dicen que todo norteamericano sabe con exactitud qué estaba haciendo el día que mataron a Kennedy. Luego añadieron –añadimos– el 11-S al imaginario fatal de nuestros recuerdos. Y seguro que cualquiera de nosotros sabe dónde y cómo se enteró de que habían estallado aquellas diez bombas en cuatro trenes de Cercanías de Madrid. Es una fecha marcada a fuego en el calendario de esta última década que sobrepasa cualquier otra efeméride en la historia reciente de España. Se ha dicho, escrito y elucubrado tanto sobre lo ocurrido aquel 11 de marzo de 2004 que cualquier intento de añadir algo nuevo puede resultar vacuo. Pero más allá de sospechas y peregrinas teorías sobre una conspiración, lo sucedido aquella fatídica mañana en las estaciones de Atocha, El Pozo del Tío Raimundo y Santa Eugenia es una pesadilla tan real como las 191 vidas segadas y los más de 1.800 heridos que quedaron sobre las vías, amén del dolor instalado para siempre en tantas familias.

Célula yihadista

El estupor, la pena y la rabia se han mantenido durante todos estos años, especialmente en los que quedaron huérfanos de padres, hermanos, hijos, maridos y parejas, que tuvieron que seguir adelante, aunque nunca ya nada fuera igual, pues el futuro se truncó irremediablemente.

Desde entonces, las víctimas se unieron en diversas asociaciones para pedir justicia, los partidos se atacaron, los tribunales emitieron su veredicto. En el juicio, celebrado entre el 15 de febrero y el 2 de julio de 2007, se consideró probado que los atentados fueron llevados a cabo por una célula yihadista, siete de cuyos miembros se suicidaron en Leganés el 3 de abril de 2004, más Jamal Zougan, Otman el Gnaoui y otro yihadista no identificado, con la cooperación necesaria del minero José Emilio Suárez Trashorras, que facilitó el robo de los explosivos.

Pero las víctimas del atentado han hecho con posterioridad peticiones de investigación como la de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M, que presentó una querella contra el que fuera jefe de los Tedax y su perito de laboratorio, a los que acusó de manipular pruebas y falsear testimonios. Ambos están procesados por este motivo.

Y es que durante todo este tiempo se ha leído y escuchado de todo. Las lagunas del sumario y los testimonios de confidentes y procesados han alentado el vivero de las conjeturas.

Quizá sea ese el capítulo más doloroso que permanece a lo largo de los años, el de las sospechas sobre lo que sucedió en aquel momento crucial, pues la barbarie se desató justo en vísperas de unas elecciones generales que le costaron el Gobierno al PP de José María Aznar. Los socialistas acusaron al Ejecutivo del entonces presidente Aznar de mentir al insistir en seguir la pista de la banda terrorista ETA, pues podrían verse perjudicados en las urnas con un atentado islamista como represalia por la intervención española en Irak. Los populares, por su parte, denunciaron una campaña en su contra aprovechando el impacto de los atentados. Y es justamente eso, la conmoción, lo que por encima de todo ha perdurado de entre las explosiones y el caos de aquella mañana trágica.