Italia
El guarro
Que nadie albergue la más mínima esperanza. La salida de Berlusconi no resolverá la situación italiana. El presidente italiano me repugna, lo confieso, pero ni por un instante le atribuyo cualidades taumatúrgicas a su sucesor. Italia está donde está por un endeudamiento progresivo que tiene su raíz en la imposibilidad de exportar como en el pasado. El euro impide devaluaciones y los industriosos italianos, que recurrían al abaratamiento de la lira cuando la competencia arreciaba, se encuentran arrinconados entre la invasión de productos chinos baratísimos y la calidad imbatible de los productos alemanes en las gamas medias y altas. Berlusconi es rijoso y guarro, pero ni tonto ni incompetente. Es un tipo curioso, este italiano. Me dicen que tiene un miedo pavoroso a la muerte y la decadencia. Eso explicaría su terrible pelo color violín, medio tatuado en mitad de una calva cada vez más audaz, y esa incontenible necesidad de demostrarse a sí mismo que es un campeón sexual. No ha titubeado en la organización de fiestas marranas, a cual más hortera; ni en flanquearse de bellezas juveniles a las que gustaba de poner en formación militar junto a su dormitorio para despachar a ritmo de samba.La oposición ha encontrado en ese comportamiento un filón para ir minando el prestigio de un hombre que ha sido maestro en componendas políticas. Ahora la crisis cerca a Italia y el prócer tiene que dimitir. No porque no sepa gobernar –al menos no peor que otros– sino porque su prestigio ha desaparecido. Al final, los clásicos tienen razón, los hombres acaban pagando sus bajas pasiones.
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