
Espectáculos
Un adiós desesperanzado

Maazel dirigirá mañana, día de su 81 cumpleaños, su última función como director musical del Palau de les Arts, acabando una primera y gloriosa etapa de un proyecto emblemático para Valencia que da contenido a una arquitectónicamente espectacular Ciudad de las Artes. En 5 años él y Helga Schmidt han sabido trabajar juntos –con la inestimable ayuda de Mehta y a veces también como el perro y el gato– para colocar la ópera a nivel internacional, con una orquesta que es la envidia de todos los demás teatros hispanos. Cualquier español ha de sentirse orgullo cuando va al Metropolitan y en las biografías de los artistas es el Palau el nombre que más aparece, al nivel de la Scala. ¿Son conscientes de ello los políticos? Más bien no. El Ministerio de Cultura se viene com- portando con gran cicatería. Cierto es que no hay dinero y que no se contó con él en unos inicios demasiado soberbios. Y que la actitud agresiva de la Consellería de Cultura ayuda poco. Pero el proyecto es español además de valenciano. Increíble resulta que la Consellería económica haya reducido su aportación para dejar las temporadas en la inanición. Mantener un Rolls cuesta dinero, pero la Generalitat no puede venderlo y, si se trata sólo de 10 millones de euros, merece la pena seguir invirtiéndolos. No hacerlo significaría tirar por la borda el gran camino andado, un retroceso que, bien lo sabemos los que estamos en esto, sería costosísimo de recuperar. Frustrada la operación Chailly, Omer Meier Wellber podrá tener futuro como sucesor de Maazel, pero su presente exige mucho apoyo de batutas de relieve en las temporadas y esto también supone dinero. Me uno a la opinión de Vela del Campo en «El país», la utopía fue posible y da mucha pena que pueda quedarse en un breve espejismo. Y, por cierto, con algunos competidores frotándose las manos. Esto aún da más pena. Pocos y envidiosos.
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