Vacaciones
No problem mon
Siguen llegando imágenes sobre los enfrentamientos entre la policía jamaicana y los narcotraficantes en el barrio de Tivoli Gardens, en Kingston, una ciudad vetada al turismo y cuya visita se desaconseja desde cualquier punto de vista. El extranjero tiene acotados en la isla lugares maravillosos por donde puede moverse con la tranquilidad casi asegurada, siempre y cuando lo haga en grupo y sin presumir de intrépido. Jamaica es un país de reciente independencia que carece de testimonio histórico visible y de lugares donde el pasado haya dejado su huella, así que todo gira en torno a la naturaleza (que sigue creciendo a su bola y que ha diseñado un paisaje perfecto para tirarse a la bartola) y a Bob Marley, ídolo nacional por excelencia, y cuya figura, música y recuerdo se han convertido en los reclamos más importantes para atraer visitantes. Marley lo es todo en Jamaica. Su rostro aparece en las vallas publicitarias de cualquier traslado por carretera, su mausoleo es el lugar más visitado de la isla, su semilla musical sigue germinando en cada rincón y sus seguidores continúan subsistiendo a su costa entre el camelo y la hipérbole y, lo que es más importante, sin pegar un palo al agua. Jamaica no es un destino vacacional familiar, ni cultural, ni nada que se le parezca, pero posee todo lo que un hedonista puede pedir y todo lo que un curioso necesita. El hedonista puede bañarse en sus preciosas playas privadas, dormir en sus exclusivos resorts escondidos a la vista y construidos por debajo de las copas de los árboles, y especializarse en la cata de maceta y ron, a su disposición las veinticuatro horas del día. La cuna del All Included, protegidos y apartados. El curioso, sin embargo, tendrá que preguntarse por qué hay tan pocas mujeres nativas haciendo algo que no sea trabajar en el campo de sol a sol. ¿Por qué los jamaicanos desaprovechan su enorme poderío físico y no lo usan para prosperar y cambiar sus expectativas? ¿Por qué son tan simpáticos y al mismo tiempo tan machistas y tan homófobos? Si sigue por ese camino también acabará preguntándose por qué Christopher Coke, alias Dudus, ha conseguido el apoyo de la gente de su barrio frente a la policía; por qué un narcotraficante como Dudus puede liderar también una empresa de construcción que factura millones al amparo de contratos públicos, por qué sus vecinos le adoran y pagan con sus vidas su escondite. Cuando el curioso acuda a las respuestas lo tendrá clarísimo: donde el Estado no llega puede llegar cualquiera, hasta un delincuente, y gobernar. Lo de siempre, donde siempre. Una pena.
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