
Vacaciones
Playa
la playa, eso que sienta tan mal a los niños, no es el lugar adecuado para bañarse. La playa está hecha para pasear en otoño, invierno, primavera y sólo a primeras horas del día en los veranos. Playa es sinónimo de riesgo.

A la playa, en verano, hay que ir con casco de motorista. Una tabla de surfista es mortal de necesidad. En las orillas de las playas del norte abundan los escorpiones, peces traicioneros que se cubren con arena para clavar su espina venenosa en los pies de los incautos. A la playa hay que ir, por lo tanto, con casco de motorista y botas de suela de goma. Las cometas. He visto ingresar una cometa mal dirigida en el ojo de un tomador de sol. A la playa hay que ir, por ende, con casco de motorista, botas de suela de goma y gafas de buceo sin intención de bucear. Las gafas son para cubrir los flancos de los ojos. El casco de motorista sirve también para proteger la cabeza de los palazos y bolazos que proporcionan los jugadores de palas. A la playa, si se va, se debe ir con lo mínimo. Un traje de baño –nunca bañador–, y poca cosa más. El exceso de equipaje para ir a la playa es delictivo. Una familia que precise de más de tres minutos para cargar en el coche los utensilios y objetos que lleva a la playa es una familia de la que hay que recelar.
Neveras, sombrillas, cocodrilos hinchables, ordenadores portátiles y bolsas conteniendo compresas femeninas por «si a Vanessita le visita el tío de América» tendrían que estar prohibidas por las autoridades autonómicas y municipales. Una playa con tantas cosas es un asco. Y a las playas, definitivamente, sí hay que llevar una mascarilla para nadar. Dada la concentración de homínidos que acuden a la playa para que sus niños se pongan malos y ellos puedan bañarse, resulta harto natural que alguno experimente la urgente necesidad de aligerar sus intestinos. Si los restos coinciden con una boca abierta en trance de inspiración, las consecuencias pueden ser devastadoras. Háganme caso. Desistan.
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