Egipto

El enigma tunecino

La Razón
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Túnez sale de una dictadura con partido único, pero secular, y se adentra en un camino desconocido, que pretende ser una democracia bajo la batuta de un islamista moderado, miembro de Enahda. Cabría pensar que la llamada «primavera árabe» podría resultar un fiasco si se mira a Libia (imposición de la «sharia»), a Egipto (Hermanos Musulmanes y asesinatos de cristianos) y ahora a Túnez.

Sin embargo, Enahda asegura querer actuar como un partido democrático convencional. Pretende aunar todas las «sensibilidades» internas y crear alianzas externas. Islamismo y democracia parecen conceptos contradictorios, aunque quizás haya que dar a esta formación un voto de confianza hasta comprobar si cumple sus promesas de conformar una gran alianza nacional de la que debería surgir un Gobierno democrático plural.

Ben Ali era un dictador y se comportaba como tal en lo que a libertades se refiere, pero mantenía usos occidentales. Ahora, los posibles nuevos mandatarios islamistas anuncian que no impondrán restricciones a la vestimenta de los turistas extranjeros en las playas, ni exigirían normas bancarias islámicas; dos «derechos» que ya existían en el país con la dictadura, por lo que no suponen ninguna conquista lograda por la «revolución».

De hecho, el turismo era, desde hace años, un sector estratégico en la economía tunecina por lo que el anterior Gobierno lo cuidaba. Ahora, para vencer las reticencias occidentales ante un partido islamista, la formación ganadora declaró el lunes su esperanza de recuperar la estabilidad para ofrecer unas condiciones favorables a las inversiones.