CRÍTICA DE CINE / Sexo y muerte

Con la excepción del prólogo, situado en un anodino supermercado, «Año bisiesto» escoge un cochambroso apartamento de México D.F. como único escenario de la vida de Laura durante un mes de febrero con día extra. El espacio es importante, en la medida en que Rowe lo utiliza como transparente metáfora del aislamiento en que nuestra heroína, una «freelance» que hace reportajes sobre la crisis económica con la misma claustrofóbica dedicación con que se masturba mientras observa los arrumacos de una pareja vecina, consume sus días.

La aparición de un amante ocasional aficionado al sadomasoquismo subraya los delicados hilos que unen a Eros y Thanatos, aunque, más próxima a «Batalla en el cielo» que a «El imperio de los sentidos», la película está protagonizada por cuerpos normales que sufren para gozar. Se interioriza, desde la puesta en escena, la relación del sexo y la muerte con tanta entrega e intensidad como lo hace la actriz Mónica del Carmen al interpretar a Laura, aunque el resultado peque de exceso de cálculo.