Diseño
Navidad digital
«Ya nada es como antes y se está perdiendo la tradición». Son frases que se oye proferir al gentío madrileño que, curioseando, frecuenta la Plaza Mayor. Antes la Navidad era más rústica, como el nacimiento de la tradición. Aquel verde del musgo o de la hiedra del pesebre del Belén contrasta con los colores artificiales de hoy.
La moda ahora es recibir la Navidad con una prenda de color rojo, como la del Papá Noel, que es también el color de Coca-Cola. El imperio del consumo domina todo y embota los sentidos. El olor de las velas o de los inciensos de marca en nada recuerda ya el olor de la leña de la chimenea ni el de los dulces de la abuela recién hechos. Tampoco se oyen los villancicos que deleitaban los oídos; en su lugar, retumban en los tímpanos músicas alternativas: el rock, el grunge, el indie, la world music, la new age. Hasta la vista se alía con el tacto para activar la imaginación. Se regalan texturas suaves como la del mohair, del terciopelo, de la manta de vicuña. Y, como émulos de los romanos de Pompeya, no perdonamos el manjar que se oculta bajo la aspereza de unos centollos. Por consumir, hasta hemos consumido la Navidad, palabra acuñada por vez primera en «Los milagros de Nuestra Señora» (1260) de Gonzalo de Berceo por disimilación del semicultismo «nadividad».
Y ¿qué fue de la tarjeta impresa de Navidad? Ya sólo se estila la felicitación digital, fría ilusión óptica de la realidad virtual que nos ha tocado vivir. Por ello, rememoraré a Charles Dickens: «¡Feliz, feliz Navidad, la que hace que nos acordemos de las ilusiones de nuestra infancia, la que recuerde al abuelo las alegrías de su juventud y transporte al viajero a su chimenea y a su dulce hogar!».