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Venenito

La Razón
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Gris marengo, casi negra. Es la boina que lucen Barcelona y Madrid. Humo por aquí, tufo por allá. Y eso se va al cielo y tizna las estrellas, la mente y los cuerpos de los ciudadanos. ¿Por qué los gobiernos no hacen nada? ¿Por qué nosotros callamos? No quiero ni pensar que sea porque habrá que dejar el coche en casa; el adorado, amado e imprescindible autito que nos acompaña a todas partes. Pues hay que quitarse coches de en medio ya. Días pares o impares de matrícula es una buena opción siempre que los que tienen varios vehículos no puedan tomar el que les interese. Si lo hacen, multazo para el contaminador. Hay que socializarse, ir al centro en grupo, hacer autoestop, poner sorpresas en el metro y autobuses, como música, teatro, libros, regalitos; imaginación, hombre. Todo menos consentir que sigamos inhalando tanta dosis de muerte. El contaminador, incluido el envenenador acústico, ha de ser consciente de que delinque contra la salud pública. Y eso está muy penado por la Ley, al menos en otros casos. Miren las chicas pobres latinoamericanas, llamadas mulas, porque traen dentro de su cuerpo las bolas de cocaína que cobran los mafiosos. Años de cárcel por atentar contra la salud pública. Pero, ¿y los que envenenan alimentos, calles, cielos, mares…? Hay que luchar contra esos emponzoñadores. Y, aunque sea duro, debemos comenzar por nosotros mismos, dando ejemplo, dejando el coche en casa. Señores gobernantes, háganlo ya, y cuidado con sus propias megalomaníacas obras de martillo y taladradora, y otras manías. Vamos a por los camellos del humo, el ruido y la furia. Quiten esa boina al cielo. Levanten las alfombras. Nos va a matar tanta mierda.