La Paz

Evo ante su año más difícil

El malestar social contra el presidente boliviano quedó patente en las protestas que tumbaron el «gasolinazo». En Bolivia las paredes hablan. Y dicen mucho del enrarecido ambiente político que se ha instalado en el país. 

Vista de una pintada durante las protestas en La Paz
Vista de una pintada durante las protestas en La Pazlarazon

Los opositores evitan, en lo posible, declaraciones que provoquen un choque gratuito con el Gobierno. Los medios de comunicación andan con pies de plomo para no dar argumentos a un Morales deseoso de aplicar la «mordaza» de su nueva Ley contra el Racismo. Las paredes expresan así indignación, rabia, incertidumbre o miedo ante lo que se prevé que está por venir. Y el «gasolinazo» que tuvo que ser derogado por el Gobierno este sábado no ha hecho más que profundizar las tensiones y los temores.

Las protestas en las calles y las advertencias de los empresarios sobre las consecuencias económicas que tendría la medida propiciaron el cambio. El presidente de los empresarios reconoció la necesidad que había de «sincerar» los precios de los carburantes, que eran los más bajos del continente, pero señaló que «medidas inmediatistas como ésta o la apreciación de la moneda boliviana (frente al dólar) perjudican a las exportaciones creando situaciones irreales». En Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más «rebelde» de Bolivia contra el Gobierno de Evo Morales, las paredes están cubiertas de pronunciamientos.

Sobre todo políticos. Con Pando ya bajo su control, y destituido y refugiado en Paraguay el gobernador de Tarija, Mario Cossio, de aquella «media luna» opositora que plantó cara a los dictados del Gobierno sólo quedan los mandatarios de Santa Cruz, Rubén Costas, y Beni, Ernesto Suárez, que retó a Morales, sin éxito, a convocar un referéndum revocatorio para ver quién tenía que irse de su cargo.

«Santa Cruz es la siguiente», dicen los adversarios del Movimiento al Socialismo, el partido de Evo, que cada vez acentúa más su presión sobre todo lo que identifica como «oposición». Algo que saca de sus casillas al director de «El Deber», Pedro Rivero: «Eso configura un panorama poco tranquilizador para nuestra actividad. A los medios se nos identifica como oposición, pero nuestra función, simplemente, es fiscalizar el poder».

Los periódicos, pero también las radios y las televisiones, sienten cada vez más cerca la sombra alargada de una Ley contra el Racismo que amenaza la libertad de expresión. Pocos días después de su promulgación, el ex jefe de la Corte Electoral de Oruro, David Apaza, anunció la presentación de 34 querellas contra el diario «La Patria» por presuntas violaciones, no explicadas, de la norma.

Peor aún, los concejales del MAS en esa misma ciudad también presentaron otra querella contra el mismo diario. Y ellos sí dieron a conocer el motivo: en el periódico se publicó la palabra «concejil» en vez de concejal, y los ediles masistas prefirieron entender que se trataba de un insulto racista lo que a todas luces es una evidente y vulgar errata.

En este clima, algunos como el rector de la Universidad NUR, William Shoaie, apuestan por una difícil equidistancia: «Me guste o no este Gobierno, tengo que trabajar con ellos». Para él, la clave del futuro del país es la formación y a ella se agarra con fe de docente: «A medida que la sociedad se educa, más empuja para mejorar el sistema democrático».

Pero, de momento, las paredes siguen hablando. Contra el Gobierno, sobre todo. El principal blanco de las iras además de Morales, es su vicepresidente, Álvaro García Linera, para muchos la persona que mueve los hilos del país. En el centro de Santa Cruz una heladería ha dado el nombre de «Autonomía» a una de sus creaciones. Es de pistacho –verde, como la bandera– y crema americana. Probablemente Morales dejará que se derrita esa «autonomía», sin ni siquiera probarla. Ninguno de los ingredientes es de su gusto.