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La bienquerida por José Clemente
Hace ya 19 meses que ninguna sección de este periódico ha llevado el título de «Crónicas murcianas», y lo hicimos para honrar la memoria del columnista fallecido y decano de los periodistas de la Región, Carlos Valcárcel, cuya última pieza publicamos el 23 de mayo de ese mismo año, es decir, dos días antes de su fallecimiento. Tras este largo paréntesis hemos decidido recuperar el encabezamiento que bautizara el propio Valcárcel Mavor el día que se presentó en este diario con el firme propósito de escribir una columna: «Por que éste es mi periódico por naturaleza». Un día se nos fue y nos quedamos huérfanos de su amistad y simpatía, pero también de su inteligencia y bonhomía, aunque algo de todo ello quedó enredado en nuestro recuerdo, que mantuvimos y reafirmamos tras estos largos 19 meses. Recuperamos, por tanto, «Crónicas murcianas», más como un compromiso por quien fue nuestro maestro que por una escasez de ocurrencias a la hora de poner nombre a una crónica que pretende asomarse a los lectores cada semana, para contarnos, siquiera a modo de resumen o balance, aquellos asuntos políticos o no políticos que más han impactado en la Región y que tendré el honor de presentarles. Es un honor para LA RAZÓN, como para mi lo será recordar a su autor cada vez que recupere este página con el ánimo de bucear en ella. Dicho esto, vengo también a decirles que es un modo de seguir honrando la memoria de Don Carlos Valcárcel, que a buen seguro y desde lo más alto nos ilustrará con ideas, críticas y algún que otro recuerdo de su Murcia del alma.
Y ya para entrar en materia les diré que todo relevo gubernamental se rige por un escrupuloso protocolo que nadie osa violentar antes de que éste reciba el beneplácito del Rey. De ahí los silencios suscitados por Rajoy las semanas previas a la formación del nuevo gabinete y que han sido aprovechadas por sus críticos para acusarle de carecer de ideas claras a medida que iba conociendo lo que guardaban las alfombras de La Moncloa. Pero nada más alejado de la realidad que esa creencia, porque ya en el debate de investidura sacó pecho y nos mostró la musculatura que los españoles quería ver tras otorgarle la mayoría absoluta con la que le premiaron el 20-N. Decía que todo relevo gubernamental se fundamenta por un estricto e infranqueable protocolo, y los tres más importantes antes de que eche a andar cualquier gobierno pasan por el debate de investidura, lo que opina la oposición sobre el mismo y los apoyos que el candidato a presidir el nuevo ejecutivo es capaz de suscitar y la formación del gabinete que presidirá la etapa que se inaugura. En todos ellos Mariano Rajoy nos ha demostrado parte de su estilo y cuál será la forma de llevar adelante el país, no sin antes dejar claro que tras los nombramientos llega la hora de la verdad que es aplicar el programa de investidura que es parte del programa con el que acudió a las elecciones.
Los murcianos han respirado a gusto tras escucharle en la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados, pues los asuntos más preocupantes de la Comunidad Autónoma se han visto reflejado en su discurso sin titubeo alguno. Me refiero al agua, esa piedra angular de los intereses de la Región, donde Rajoy contestó sin fisuras al representante de la Chunta Aragonesista, Jesús Yuste, lo que los murcianos querían oír, es decir, el agua es un bien general, hay agua para todos y si hubiera cambios en este asunto serían por respeto al medio ambiente, tratando de contentar a los territorios por donde pasan los ríos (prevalencia), no se tocaría la unidad de cuenca y si fuera preciso llevar agua de la España húmeda a la España, también se haría. Los regantes del litoral mediterráneo y sus presidentes autonómicos respiraron, pero ahora toque acometer las obras que lo hagan posible en plena crisis sin violentar a los territorios donde ha obtenido mayorías absolutas. Difícil papeleta, pero entusiasma ver a un equipo y a un presidente decididos a llevarlo a la práctica, porque sin cierta dosis de utopía la vida política carecería de virtuosidad alguna. También fue muy bien acogida por los murcianos la idea acerca de que su gobierno fortalecerá la industria agroalimentaria, de la que tanto la Comunitat Valenciana, como Murcia y Almería son una verdadera potencia en la UE. El nombramiento de Miguel Arias Cañete, días después, para el cargo de ministro de Agricultura, Medio Ambiente y Alimentación cayó como un «gordo» de Navidad anticipado, pues de haber estado el madrileño afincado en Cádiz en el triste capítulo del pepino, nuestra agricultura no habría sufrido las pérdidas que tuvo. Es de esperar que, en adelante, como hizo con el mal de las «vacas locas», hechos tan lamentables no se vuelvan a producir y se nos respete en la Unión como la potencia que en realidad somos.
El tercer buen anuncio llegó con el proyecto del nuevo gabinete de potenciar la industria turística, algo que Murcia necesita como el aire que respira y en el que basará buena parte de su desarrollo y crecimiento de los próximos años. La financiación autonómica, la finalización de las infraestructuras dejadas por Zapatero en dique seco, como el aeropuerto, el corredor mediterráneo, las autovías transversales, el reconocimiento de ese medio millón de «murcianos «invisibles», las políticas sociales -con la Dependencia como buque insignia-, la lucha contra la pobreza, la salida a la crisis y el atisbar la salida del túnel a finales de este mismo año, se interpretan en la Región como que se nos quiere, algo que no sucedía desde los tiempos del «pacto del capó», cuando Valcárcel arrancó a Aznar el compromiso del aeropuerto de Corvera, convertido hoy en una hermosa realidad. Y para empezar, ayer mismo trascendía que tanto el presidente como sus consejeros han pedido reunirse con sus homólogos de inmediato. El tiempo puede esperar, pero Murcia, no.
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