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Libros en peligro por J A Gundín

La Razón
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Por lo general, la Marca España suele vincularse a los éxitos deportivos y al prestigio internacional de grandes empresas constructoras, bancarias y de comunicación, que por méritos propios ofrecen una imagen positiva y prometedora de nuestro país. Sin embargo, rara vez se cita entre sus impulsores más eficientes al sector editorial, despiste aún más incomprensible por tratarse de la primera industria cultural del mundo hispano. Las compañías españolas lideran la edición literaria y educativa de casi 500 millones de hispanohablantes; niños de veinte naciones utilizan sus libros de texto y no hay autor novel o Nobel que no se beneficie de su poder divulgador. La historia literaria del siglo XX sería inexplicable sin el protagonismo de editores excepcionales que transformaron un oficio de artesanos en una industria floreciente cuyo impacto en la emancipación social ha sido revolucionario. Entre los milagros españoles de los últimos 50 años, aparte de superar los cuartos de final en un campeonato de fútbol, destaca la coronación del libro como un fenómeno económico, pero también vital y espiritual, a ambos lados del Atlántico.

Sin embargo, no todo son buenas noticias. El sector lleva ya seis años de retroceso y antes de que termine 2012 es probable que algunas empresas echen el cierre. A pesar de que las exportaciones crecieron un 5,3% en 2011, el mercado interior se hunde lentamente al ritmo de un 5% anual. El Gobierno de Rajoy ha tenido el buen criterio de no subirle el IVA superreducido, que hubiera acentuado el desplome, pero los grandes enemigos del libro no son los impuestos, ni la ausencia de subvenciones o los recortes a la exportación. Las editoras no necesitan que les regalen, sino que no les roben. Su principal adversario es esa cultura del «todo gratis» que impera soberanamente en internet, que no conoce fronteras ni se detiene ante nada. Cada mes aumentan los títulos pirateados, al ritmo de la venta de tabletas y otros ingenios electrónicos de lectura, de modo que a las empresas les aguarda un futuro tan poco halagüeño como el de las discográficas, impotentes ante las masivas descargas ilegales. Salvo que la Ley las proteja y defienda. Pero para eso es necesario que exista una normativa clara, contundente e inapelable que corte de raíz este expolio a escala industrial. Urge una nueva ley de Propiedad Intelectual que defienda a los autores y resguarde a los editores. De la fortaleza y competitividad de nuestras casas editoriales depende que España siga liderando la cultura en Iberoamérica. Y si no lo hace nuestro país, hay varios candidatos anhelantes a ocupar su lugar. El prestigio de la Marca España también se juega entre las hojas de un libro.