Cataluña
OPINIÓN: Reliquia histórica
Heribert Barrera Costa era una especie de reliquia viviente. Con la palabra reliquia se quiere decir vestigio del pasado y objeto, sino digno de veneración, al menos de respeto. En efecto, era el típico hombre de los años treinta, años de su juventud, que por la guerra civil y exilio posterior le llevaron a la cristalización de un más que periclitado republicanismo histórico y un independentismo mantenido por tozudez a pesar del desmentido de los hechos. En resumen, un dogmático honrado.
Barrera con su exquisita cortesía y su ética laica suplía su absoluta falta de creencias que su condición de químico reforzaba. Como ejemplo tenemos su oposición al matrimonio homosexual y las adopciones consiguientes. Tampoco le gustaba la inmigración, tanto la de ahora como la de antes procedente del resto de España.
Sin embargo, cuando actuaba en política la obsesión independentista le hacía desbarrar. Solamente hay que tener en cuenta dos episodios muy conocidos para ilustrarlo: ponerse a hablar en inglés en el Parlamento Europeo para dar una coz a España y sin acordarse de que su acta de diputado fue fruto de muchos votos españoles, y últimamente presidir una manifestación con el centenario Broggi farfullando consignas independentistas.
En cambio, ni una palabra sobre su sucesión en Esquerra, desde Hortalà hasta Junqueras pasando por Colom, Carod-Rovira y Puigcercós. Aquí Barrera no hizo su papel de Casandra anunciadora de desgracias.
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