Irak
Invasión de Libia
Si no fuera porque los muertos son reales y la sangre derramada de los niños no es salsa de tomate se diría que la guerra de Libia es obra de Gila. Aunque hay decenas de periodistas jugándose allí la vida, las imágenes que nos llegan, menos cruentas de lo que se temían, muestran una cara insólita del conflicto: atascos monumentales para llegar al frente que no desmerecen de una Operación Salida, combatientes que lucen chándal del Imserso, otros que calzan chanclas de playa y también los hay con camisetas del Madrid, Barça o Milan, como si la guerra fuera la continuación de la Champions por otros medios.
Y luego está el parque móvil desplegado para la batalla, que bien podría corresponder a una romería rociera o a un rally en las Bardenas. Hay algo en la estética de esta contienda que no acaba de encajar con el padecimiento de millones de civiles, como si la figura siniestra de Gadafi disfrazara la tragedia con su guardarropía de circo y opereta. Ya sólo resta que entren en combate las 50 vírgenes que velan el sueño del tirano para que confundamos el telediario con un «reality» de Telecinco. Tampoco los países aliados metidos en el berenjenal parecen dar muestra de mayor credibilidad, profesionalidad y cordura. Han calculado mal las operaciones militares, han planificado peor la estrategia, han actuado como una cuadrilla de aficionados al «paintball» y, lo más sangrante, han ocultado el límite y alcance de la intervención bélica con medias verdades y mentiras completas.
Tras ser descartada rotundamente en un principio, las últimas noticias apuntan a una invasión terrestre. De nada servirá que la edulcoren llamándola «Segunda fase de la Operación Humanitaria» o «Pasillo para el despliegue en tierra de tropas». Embelecos perifrásticos: eso se llama invasión pura y dura, como las dos de Irak y la de Afganistán. ¿Estamos los españoles de acuerdo en que Zapatero y Chacón nos metan en la invasión terrestre de Libia para derrocar el régimen oscurantista y llevar el progreso a sus atrasados habitantes? Antes de responder «sí» deberíamos recordar que esa fue justamente la excusa que empleó Napoleón para invadir España hace un par de siglos. Y aquello parece que no nos sentó nada bien, si es que no han cambiado la memoria histórica.