Campaña electoral

EDITORIAL: Un hombre de Estado

La Razón
La RazónLa Razón

El arranque de la campaña electoral no ha podido ser más desafortunado debido a la legalización de Bildu, factor que han encrespado las ya de por sí revueltas aguas del debate político. La tensión social generada por la sentencia del Tribunal Constitucional se ha trasladado a los primeros mítines políticos con resultados deplorables. Al mezclar la lucha contra el terrorismo con la gresca partidista se corre el peligro cierto de favorecer a los etarras y de herir a las víctimas a cambio de unos míseros votos. Ni siquiera el ministro del Interior, que debería ser el primero en dar ejemplo de mesura y prudencia, se ha resistido a la tentación de utilizarla para atacar al líder del PP. No es ése el discurso ni el argumento que esperan los ciudadanos de sus dirigentes políticos en esta campaña. Pero el único que da muestras de apreciarlo así es Mariano Rajoy, que ha rehuido deliberadamente el cuerpo a cuerpo en esta cuestión de Estado y ha salvaguardado, con su actitud moderada e inteligente, pactos tan esenciales como el antiterrorista y el que mantiene a Patxi López como lendakari. Aun a riesgo de no ser comprendido en un sector de su propio partido y de escuchar gruesas críticas desde un sector de la derecha más exigente, Rajoy se ha conducido con temple y altura de miras. Dicho de otro modo, el líder del PP ha asumido que muy probablemente será el próximo presidente del Gobierno de todos los españoles, perspectiva que exige anteponer los intereses generales a los coyunturales de partido. «Yo sólo voy a hablar de lo que le interesa a la gente», declara el presidente popular en la entrevista cuya primera parte publicamos hoy. Como han demostrado reiteradamente las encuestas, la última de ellas la del CIS, la gran mayoría de los españoles desea poner punto final a la etapa socialista y que el centroderecha retome las riendas de la economía y enderece la deriva del país, como ya hiciera en 1996 con resultados excepcionalmente buenos. El ciudadano está hastiado de gobernantes que en vez de gestionar con eficacia se pierden en demagogias, en medidas propagandísticas y en fuegos artificiales. Hay cinco millones de parados que aguardan a que un Gobierno serio, responsable, competente y que no les mienta realice las reformas necesarias para crear empleo, devolver la confianza a los inversores, estimular a los emprendedores y recortar los gastos superfluos. La única formación política que está en condiciones de llevar a cabo este desafío es el PP. Precisamente por eso, los dirigentes socialistas han empezado la campaña electoral recurriendo al insulto, a la grosera descalificación y a la mentira contra Mariano Rajoy. Intentan los del PSOE erosionar la imagen centrada y moderada del líder popular, de modo que aparezca como un peligroso político de «derecha extrema» ante el que la izquierda debe movilizarse para cerrarle el paso. Es la burda «estrategia del dóberman» a la que han recurrido anteriormente, un recurso desesperado al voto del miedo para sacar de su frustración a los militantes de izquierda y de extrema izquierda. Naturalmente, Rajoy no ha caído en el engaño y está demostrando la madurez y el temple políticos que distinguen al mitinero del hombre de Estado.