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La letra con libertad entra por Rosseta FORNER
Asistí a un colegio católico femenino. He crecido sin traumas, no me siento inferior a ningún hombre, ni discriminada. Si hubiera podido escoger, habría preferido uno mixto, pues la variedad suele ser muy divertida.
Ahora bien, lo que no me parece divertido y sí denigrante para el alma, mente y corazón humanos es la fijación de este desgobierno de san ZP en las ruinas del pensamiento único, la uniformidad, el igualarnos hacia abajo, y su obsesión por legislar lo que tenemos que hacer.
A este paso, corremos el riesgo de que se les ocurra multarnos por asistir a misa. En democracia, los padres pueden y deben escoger el tipo de escuela que quieren para sus hijos e hijas, tengan o no dinero, y el Estado tiene la obligación de emplear el dinero público (que sí es de alguien: de los ciudadanos) en cosas de provecho. A este desgobierno se le ve el plumero: mucho me temo que lo que quieren en verdad es que sólo sus hijos tengan una educación de nivel, para que así los demás se vean obligados a ser plebe e incultos.
Podrás hacer normas, Zetapé, pero no podrás arrebatarme el libre albedrío de saltármelas. Aunque bien pensado, me alegra este afán tuyo por legislar las imposiciones: ya se sabe que la prohibición aumenta la afición. Tanto perseguirnos a los que no comulgamos con tus ruedas de molino que hasta los jueces han despertado de su letargo, y la estatua de la Libertad acabará por cruzar el océano Atlántico para darte calabazas.
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