Sevilla
Santiago de Compostela: la meta más esperada
Ante la imponente silueta de la catedral cesan los pasos del peregrino. Y la imaginación se pierde recordando un recorrido que será imposible olvidar. Cultura, arte y arquitectura se dan cita en un ecléctico contraste de milenios.
Camelias, azaleas, magnolios, rododendros, robles, eucaliptos… son las fragancias que arrastra la brisa que peregrina a Santiago cada día desde el mar, a 30 kilómetros de la ciudad compostelana, y oculto tras suaves montañas azules que conforman el horizonte que ve el viajero si sube hasta las cubiertas de la catedral. Una visita de altura que merece la pena reservar antes de emprender el viaje.
Nada más pisar las tierras que rodean Santiago, después de un largo pero inolvidable camino, se respira ese aire salado, igual que los valores de mil años de peregrinaje que se han ido grabando en el corazón de los que la habitan: hospitalidad, amabilidad, amistad, intercambio de ideas y tolerancia. Siglos de historia, cultura, arte y leyendas –eso sí, muchas y bonitas leyendas– se entremezclan en esta comarca con la discreta pero constante presencia de la naturaleza. Casi un museo botánico.
Junto a ello, el gran valor del centro de Santiago de Compostela no sólo se refleja en el arte y la historia que brota y sorprende al viajero –como su gastronomía– a cada vuelta de esquina, en cada plaza, en cada «rúa», a cada paso del final del Camino, sino también en su abrumadora multiculturalidad. Distintas razas, cientos de nacionalidades y religiones de todo tipo se ponen de acuerdo para caminar hasta llegar a una ciudad mágica, alegre también por su carácter universitario. Se dan cita a las puertas de la catedral, en el «kilómetro cero», donde entre bromas compartidas por haber llegado, por fin, se tumban sobre el suelo empedrado para ver cómo las torres se estiran para alcanzar el cielo, y parece que uno llega a lograrlo con ellas. Todo ello, sabiamente asumido por las autoridades religiosas que forman parte de la vida de la ciudad.
Da la impresión, cuando se visita, que Santiago y su Camino son algo más que religión. Es espiritualidad; renovación; un viaje con un antes y un después. Y se nota en la mirada de los peregrinos que se encuentra el viajero, pies cansados y ropa desgastada, pero una mirada nueva, más brillante a cada paso, con más ganas según se acerca, caminando, con la sonrisa colgada, un día sí y otro también, acompañado por milenarios eucaliptos traídos de Australia y entre bosques autóctonos de robles, árbol místico que para los celtas significaba fortaleza y perdurabilidad. La fe y las promesas mueven peregrinos. «¡Buen camino!», dicen cuando nos adelantan.
Santiago ha crecido por y para ellos. Una ciudad que siempre supo adaptarse a las circunstancias de los que llegaban. Los peregrinos contribuyeron a su florecimiento como urbe, desde las conchas de vieiras que compraban a las puertas de la muralla hasta la industria de curtidos, pasando por su antiguo hospital –fundado por los Reyes Católicos y ahora Parador–, su Facultad de Medicina y todos los talleres de joyas de azabache que albergaron los muros de la localidad. Alrededor de cien llegó a tener, y era un recuerdo profano que para volver a casa con suerte y despistar a las «meigas» –si las hubiera– se llevaba el peregrino.Mirando al futuroY, como entonces, Santiago quiere seguir sorprendiendo al visitante e innovar su oferta cultural sobre la base del eclecticismo y la modernidad. En el monte Gaias, a dos kilómetros, se construye la Ciudad de la Cultura, con una superficie prevista de 141.000 metros cuadrados. Es un proyecto del arquitecto americano Peter Eisenman. Se ha inspirado en la típica concha y en las calles del centro de la ciudad. En su seno está previsto un Centro de la Música y las Artes Escénicas y un Centro de Arte Internacional, entre otros. Desde los montes que rodean la ciudad ya se pueden ver las obras y la característica pendiente de 60 grados que tendrá la cubierta de uno de los edificios. Magnífico contraste de milenios con las torres de la catedral y su imponente omnipresencia.
Mientras tanto, si el visitante gusta del arte de nuestros tiempos puede ver el Centro Gallego de Arte Contemporáneo, del arquitecto Álvaro Osiza, extramuros, pero próximo a pie. Los lugareños sueñan con un proyecto de Norman Foster para construir una gran torre de telecomunicaciones desde donde ver el mar, lo único que le falta a Santiago. Y el AVE... Aunque, por ahora, para volver a casa, el tren-hotel de Renfe no defrauda.
Un destino de Iberia>> Cómo llegar. El Grupo Iberia ofrece hasta cinco vuelos directos al día a Santiago de Compostela desde Madrid, y también vuelos sin escalas desde otras ciudades españolas: Bilbao, Sevilla y Valencia. Asimismo, Iberia ofrece vuelos, vía la capital española, desde el resto de los destinos de su red. Recuerde que puede descargarse la tarjeta de embarque en el móvil o PDA; así puede ir directamente a la puerta de embarque. >> Ofertas. Con Iberia puede volar a Santiago desde sólo 59 euros ida y vuelta, todo incluido. O si lo prefiere, vaya de sábado desde 32 euros por trayecto (plazas sujetas a disponibilidad). Más información sobre condiciones de ésta y otras ofertas, vuelos y tarifas en iberia.com, donde se encuentran siempre los mejores precios, Serviberia (902 400 500), oficinas de Iberia y agencias de viaje.>> Más información. En www.xacobeo.es y se pueden resolver todas las dudas sobre la credencial del peregrino, etapas y albergues.
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