Nueva York
El amor cuestión de cerebro
MADRID- Muchos celebrarán hoy el Día de San Valentín enamorados. Lo que no saben es por qué lo están. ¿Por qué cuándo están junto a su pareja se olvidan de todo lo que les rodea? ¿Por qué cayeron rendidos ante su novio o novia y no ante otra persona? Y, ¿por qué cuando se ven separados experimentan tristeza? Si algo tiene claro la ciencia es que el enamoramiento es un proceso cerebral. Ahora bien, saber con certeza cómo se desencadena el «mecanismo» del amor aún es objeto de debate.
«Podría parecer que referirse al enamoramiento en un estudio racional del cerebro le quita magia. Pero no es así. Por ejemplo, no se puede explicar por qué alguien se enamora de una persona y no de otra», explica el doctor Carlos Tejero, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Y es que el amor no deja de ser otra de las «excusas» de los científicos para indagar en los secretos del cerebro. Sin querer pecar de frialdad, el proceso sería el siguiente: tras el contacto inicial con la persona amada, una serie de neurotransmisores –agentes químicos que transmiten información de una neurona a otra– entran en «ebullición» e invaden zonas concretas del sistema cerebral.
Algunos estudios, como el llevado a cabo por la doctora Stephanie Ortigue, profesora asistente de Psicología de la Universidad de Siracusa (Nueva York), identificaban hasta doce zonas involucradas en el sentimiento amoroso, que se verían «invadidas» por neurotransmisores –dopamina, xitocina, vasopresina y adrenalina– que provocarían sentimientos de euforia. Así, funciones cognitivas como la representación mental del ser amado y la imagen de su cuerpo se verían afectadas. Y según la doctora, el «flechazo» es instantáneo. «Los resultados electrofisiológicos sugieren que el cerebro puede detectar y procesar estímulos relacionados con el amor en menos de medio segundo», afirma Ortigue a LA RAZÓN.
¿En qué se distinguen estos neurotransmisores? La oxitocina es generada especialmente por las madres cuando nace un bebé, pues ayuda a crear una relación de proximidad y amor, por lo que se conoce como la «hormona de la estabilidad». En cuanto a la serotonina, si sus niveles son muy bajos, provoca una obsesión, lo que se demuestra a través del amor romántico, de fuerte dependencia. La dopamina supone un «chute» de adrenalina que produce excitación. Y por último, la vasopresina está más ligada al amor maternal, relacionado con la proximidad y con la fidelidad.
Carlos Tejero explica que la sensación de afecto se ubica en el lóbulo temporal, en una zona conocida como la amígdala. Y, si algo llama la atención «enormemente» a los científicos, es el hecho de que el enamoramiento «pone en marcha áreas muy distintas del cerebro». Por un lado, «se activan el lóbulo frontal y la circonvolución frontal media, que están más relacionados con el funcionamiento intelectual y la parte más racional del cerebro». Pero por otro, «se estimula el lóbulo temporal, una zona más primaria y en la que compartimos más semejanzas con los animales». En cuanto a los neurotransmisores, Tejero es más escéptico sobre el efecto concreto de cada uno.
«Se ha demostrado que, estimulando la vía de la serotonina, no se siente un enamoramiento juvenil, pero sí un buen contacto con nuestro entorno. Es el caso de la fluoxetina, comercializada como Prozac. Por eso se le llamaba la droga del amor».
Otro misterio sin resolver: ¿aman las mujeres y los hombres en igual medida? La doctora Ortigue explica que los «sentimientos subjetivos de amor son similares en hombres y mujeres».
Diferentes
Como recuerda Jesús Porta-Etessam, director del Área de Cultura de la SEN, un estudio coordinado por la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey) afirmaba que, «mientras que los hombres, al enamorarse, parecen tener una mayor actividad en la región cerebral asociada a los estímulos visuales, en las mujeres se activan más las áreas de la memoria». Así, Ortigue cree «que se puede teorizar con las diferencias de género en el amor, pero no contamos con datos suficientes para afirmarlo». Mientras, la neuropsiquiatra Louann Brizendine, autora del libro «El cerebro femenino», asegura que «los hombres y las mujeres aman igual pero difieren en su comportamiento a la hora de demostrarlo».
Lo que sí es una certeza es que el amor puede llevar al desamor. Otro análisis realizado por la Universidad de Rutgers estimaba que los sentimientos de dolor y angustia al ser rechazado podrían ser resultado de la actividad en diversas partes del cerebro asociadas con la motivación –área ventral tegmental– e incluso la adicción –la corteza orbitofrontal o prefrontal–. Y, por supuesto, también quien es incapaz de amar.
«Nuestras estadísticas sugieren que un trastorno en la parte anterior de la ínsula», o corteza insular, «podría estar relacionado con trastornos amorosos», dice Ortigue
Pero son teorías. Los científicos investigan el funcionamiento de nuestro cerebro a través de técnicas de neuroimagen, una «radiografía» de nuestro sistema nervioso que recoge los estímulos que recibe un individuo: se le enseñan varias fotos y, entre ellas, la de la persona amada; escucha varias grabaciones y, entre ellas, la de la voz de su pareja... Con todo, Tejero cree que son experimentos «muy artificiales».
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