Europa

Roma

El viaje del Papa

La Razón
La RazónLa Razón

Va a hacer cuatro semanas desde que el Papa estuvo en España. Dentro de poco más de nueve meses volverá otra vez. Esto demuestra o bien que «Papa Benedicto», como diría mi compañera y amiga Paloma Gómez Borrero, tiene un gran cariño por nuestro país, o que está muy preocupado por lo que ha sucedido aquí, o que ambas cosas a la vez. Tengo para mí que el sucesor de Pedro piensa que la oleada de laicismo que nos invade ha ido muy lejos y que es necesario, primero, recuperar, y, después, ahondar en las raíces cristianas de España, como punta de lanza para hacer lo propio con el resto de Europa. En este contexto sería bueno recordar que los católicos no son un estamento a congelar, como algunos quisieran, sino una cualidad que define sustancialmente a millones de españoles y que constituye uno de los ingredientes activos de nuestro pasado histórico y también del presente. Asimismo, lo debe ser del futuro. Creo que Benedicto XVI ha hecho durante su viaje, y en las declaraciones que realiza en Roma con posterioridad a cada uno de ellos, un llamamiento a no esconder los rasgos cristianos en la España de hoy y de mañana. Nuestro país ha tenido siempre un plus, el de la espiritualidad cristiana, y el Papa nos ha puesto como tarea reactivarla también en la Europa de hoy. Por eso lanzó este mensaje claro y nítido en un lugar emblemático como es la Plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela, donde confluyen todos los peregrinos llegados desde los numerosos Caminos que surcan las tierras del antiguo Continente. Están en juego las raíces cristianas de España y de Europa.